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VOLUMEN 5 - Nº 1 |
ENERO - JUNIO 1994 |
Identidades en América Latina (I)
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La Protesta y la andinización del anarquismo
en el Perú, 1912-1915
GERARDO LEIBNER
Universidad de Tel Aviv
En este artículo analizaremos un caso en el cual la realidad nacional fue
imponiéndose a los intentos de introducción de una ideología universal: el
anarquismo en el Perú, o más precisamente, el anarquismo y el Perú indígena.
Nuestro análisis se centrará en el proceso de compenetración del anarquismo
con la utopía andina de restauración del antiguo imperio inca, el Tahuantinsuyo.
La evolución ideológica en este sentido se vio impulsada principalmente por la
aproximación de la práctica revolucionaria a la realidad indígena y a los
conflictos agrarios, y llegó a su culminación en medio de las grandes rebeliones
indígenas en los Andes del sur peruano durante la primera mitad de los años
veinte.
En su revelador libro Ayllus del Sol - Anarquismo y Utopía Andina1,
Wilfredo Kapsoli expone las relaciones y conexiones existentes entre militantes
de ideología y afiliación anarquista y varios de los dirigentes campesinos que
lideraron las grandes rebeliones indígenas, relaciones que se estrecharon en el
marco del Comité Pro-Derecho Indígena - Tahuantinsuyo (1920-23), durante
los tres congresos indígenas que éste organizó en Lima, y con la creación de la
Federación Indígena Obrera Regional Peruana (1923). Kapsoli presenta no sólo
la colaboración práctica y el apoyo solidario por parte de los anarquistas al
movimiento campesino, sino algo aun más significativo, una articulación
ideológica muy singular del anarco-sindicalismo - ideología europea,
universalista, racionalista y progresista en su visión de la historia- con la utopía
andina de restauración del Tahuantinsuyo. La síntesis ideológica no siempre
aparece elaborada de manera explícita, pero se deduce de las conexiones
reveladas por Kapsoli. Es probable que, más que una síntesis intelectual
conscientemente meditada y elaborada, para los actores de aquellas rebeliones,
dirigentes indígenas y militantes anarquistas por igual, se trató del resultado
natural de su práctica revolucionaria y del acercamiento e influencias mutuas
que se fueron dando durante la misma. De parte de los anarquistas, se trató
principalmente de una idealización del imperio incaico2; idealización que les
permitió integrarse en las rebeliones indígenas de carácter milenarista y
restauracionista.
Sin embargo, en este articulo intentaré iluminar una etapa anterior a la tratada
por Kapsoli; una etapa en la cual consideramos que se procesa el cambio
sustancial en la actitud de los anarco-sindicalistas limeños con respecto a la
cuestión indígena, creándose durante la misma una nueva actitud ideológica,
consciente y explícita. Este cambio quedó registrado brevemente en el periódico
La Protesta y constituyó la base de la utopía andina compartida por dirigentes
indígenas y anarquistas durante los primeros años de la década del '20. Se trata
de un profundo viraje conceptual, que podría ser considerado como la primera
peruanización o andinización de una ideología revolucionaria europea, e
intentaremos demostrarlo en las próximas lineas.
El anarquismo y el indigenismo en González Prada
Debemos comenzar por referirnos necesariamente a Manuel González Prada,
la figura más destacada del anarquismo en el Perú, y quien es considerado como
el fundador del radicalismo político peruano. En González Prada se presenta un
caso especial, en el cual conviven paralela y separadamente una actitud
indigenista crítica y radical, que se nutre de la crítica a la realidad del Perú
aristocrático, costeño y blanco, con una ideología anarquista universal, sin que
esta última sea influida por la primera.
González Prada3 no inició su trayectoria política al recibir la reveladora luz del
anarquismo europeo. El no poseía al principio más que una actitud (algo menos
elaborado que una ideología) radical, laica, democrática, positivista y, sobre
todo, patriótica, cuando, al finalizar la guerra del Pacífico (1879-83), comenzó a
sobresalir con sus agudas críticas a la sociedad oligárquica y el estado peruano.
En 1891 participó en la fundación de un nuevo partido político radical, la Unión
Nacional, pero unos meses después viajó a Europa, donde se acercó a
intelectuales radicales franceses y españoles, y terminó adoptando la ideología
anarquista (1891-98).
Lo que interesa, en nuestro caso, es que la actitud radical de González Prada
comenzó a desarrollarse ideológicamente en función de la realidad peruana, más
concretamente, con la bancarrota de la vieja oligarquía y de su "nación"
peruana, aristocrática, costeña y criolla. Aunque, por cierto, su educación
hispana y la influencia de la cultura francesa constituyeron sus fuentes
conceptuales y sus proveedoras ideológicas, ya que él mismo era un producto de
la sociedad criolla, costeña y aristocrática a la que tanto fustigó4. Conocedor y
crítico agudo de la decadente aristocracia limeña, nunca llegó, empero, a
conocer la realidad andina. Alzándose en contra del hispanismo decadente que
predominaba entonces en la sociedad limeña, embebió la cultura francesa y la
introdujo en los círculos intelectuales de Lima. Su radicalismo peruano se
acentuó más aún frente a la recomposición de la oligarquía nacional ampliada,
que desde 1895 abarcaba nuevos sectores provincianos y políticos5, pero seguía
manteniendo su carácter aristocrático y excluidor de las masas populares. Si
bien su encuentro con el anarquismo europeo le proporcionó a González Prada
un instrumental ideológico que hizo posible la profundización y radicalización
de su crítica de la realidad peruana, los análisis peruanos de González Prada no
repercutieron en su mundo conceptual europeo, ni en su concepción del mundo.
En González Prada se percibe una separación entre la crítica y la actitud
contestataria en la sociedad peruana, por un lado, y una ideología com-
pletamente universalista, de origen europeo y que trata de temas muy lejanos a la
realidad peruana, por otro. Si bien González Prada llegó a definir a los indígenas
andinos como a la verdadera masa de la nación peruana6 y criticó virulentamente
la explotación a que estaban sometidos, no llegó a conectar entre la realidad
andina y su ideología, menos aun, formular algún programa revolucionario
adecuado a ella. Lo más lejos que logró ir - bastante más que la mayoría de sus
contemporáneos-, en su artículo "Nuestros Indios"7, que inició en 1904 y no
alcanzó a completar y publicar antes de su muerte (1918), fue en considerar el
problema como una cuestión social vinculada al servilismo y el carácter feudal
del régimen de haciendas, imposible de resolver, por lo tanto, por medios
pedagógicos (que era la posición más corriente entre los liberales positivistas), y
ofreciendo como única alternativa la resistencia violenta e individual frente al
explotador. Alternativa ajena al carácter organizado, social y cultural del
anarquismo que él mismo preconizaba, cuanto más al anarco-sindicalismo
hegemónico entre los anarquistas del Perú.
González Prada le legó al anarquismo peruano una actitud de crítica concreta
e implacable a la sociedad peruana y, dentro de ella, un claro indigenismo,
aunque limitado por su desconocimiento y desvinculación con la realidad
andina, con las continuas rebeliones (que solía defender desde la prensa) y el
espíritu e ideología de los indígenas, y los procesos económicos y sociales que
afectaban diariamente a la sierra. González Prada fue por un lado un radical
peruano - criollo y costeño- y, por otro, un anarquista, sin llegar a una síntesis
que lo convierta en anarquista peruano, y sin superar sus limitaciones costeñas.
Por ello, el encuentro del que hablamos será detectado posteriormente.
Anarquismo, eurocentrismo y el dilema indígena
Los grupos anarquistas que se formaron a principios de siglo en Lima, en
Arequipa y en otras ciudades provincianas, recibían su orientación ideológica
del anarquismo europeo, muchas veces vía Buenos Aires. Si bien consideraban
al indio un "paria", un explotado, e incluso, bajo la influencia de González
Prada, reconocieron en el indio al verdadero peruano relegado, marginalizado,
con quien se identificaban, su concepción estratégica acerca de la redención
indígena quedó, muchas veces, rezagada detrás del diagnóstico de González
Prada. Había anarquistas como Glicerio Tassara, para quienes la redención del
indígena consistía en alfabetizarlos y asistirlos con agrónomos que les revelaran
los procedimientos modernos para aumentar la productividad8. Y es que entre
los militantes anarquistas, la cultura y el racionalismo europeos eran
considerados como la clave de la redención del indígena. La fe positivista en la
Razón, la Ciencia, y la superioridad de la cultura europea, vinculada al
profundo rechazo que sentían por la odiosa, aniquilosada y decadente
oligarquía criolla, autoconsiderada como representante de la nacionalidad,
crearon en ellos una actitud general de desprecio hacia lo peruano9.
En su primer período, los anarquistas rompieron con la nación oligárquica y
sus tradiciones, pero ante la falta de lazos con el otro Perú, el Perú indígena, se
limitaron a asimilar una ideología universalista. Esta les ofrecía instrumentos
ideológicos suficientes para desarrollar teóricamente su rechazo al Perú
aristocrático, y les pertrechaba también para liderar al joven y numéricamente
reducido movimiento obrero urbano, pero no bastaba para elaborar una
alternativa de alcance nacional que sirviera para trepar los Andes. Los círculos
anarquistas urbanos, que se hallaban relativamente aislados del resto del país, de
las masas campesinas, tendían su mirada hacia un océano desde el cual
desembarcarían sus esperanzas. En ese espíritu se expresó Glicerio Tassara en
La Protesta10:
"....la corriente civilizadora, que parte de Europa, se desparrama por
el mundo, no puede ser detenida en nuestras playas por el esfuerzo de
uno que otro espíritu arcaico, más encariñado con la tradición
odiosa que con la innovación justiciera: no en vano el Perú se halla en
contacto moral e intelectual con otros países de superior cultura".
De acuerdo con esa actitud, junto a las informaciones y comentarios sobre las
luchas obreras, y menormente sobre la actualidad peruana más amplia, La
Protesta, desde sus comienzos, reprodujo constantemente escritos de los
principales teóricos del anarquismo europeo - Kropotkin, Bakunin, Proudhon,
Gori, Malatesta, etc.- y relativamente menos análisis de la realidad social
peruana (que irán abundando con el paso del tiempo). Generalmente se
conformaba con la "comprobación" de la regla universal en el curso de algún
conflicto, o con la caracterización de un determinado fenómeno peruano con
vocablos de validez universal: "militarismo", "fiebre política", etc. De Europa
provenían los ideólogos, los mitos revolucionarios del siglo XIX, los avances de
la Ciencia (escrita siempre con mayúscula en La Protesta), el Racionalismo, la
civilización moderna, el mensaje del futuro para los países atrasados como el
Perú. El positivismo era, generalmente, la filosofía de los primeros radicales
peruanos, entre quienes prendió el anarquismo. El progreso material y la
redención social marchaban enlazados hacia un futuro prometedor. Tanto era
así, que uno de los semanarios considerados precursores del anarquismo se
denominó La luz eléctrica (1886-1897)11.
La concepción eurocéntrica de la historia, según la cual el desarrollo histórico
de Europa Occidental es una línea trazada por la que deberán desfilar los demás
países, más atrasados en su desarrollo, y en relación a la cual hay que analizar sus
realidades, se hallaba implícita en el razonamiento de los anarquistas peruanos;
si bien, en cierta forma, ya había sido cuestionada por su más destacado
ideólogo. González Prada se había referido en términos de admiración a la
antigua civilización inca, considerándola, en ciertos aspectos, superior a la de su
tiempo, aunque rechazando, a su vez, cualquier pretensión restauradora12.
Los anarquistas y el debate indigenista
La "República Aristocrática"13 sufrió su primer requebrajamiento serio du-
rante la corta presidencia populista de Guillermo Billinghurst, entre junio de
1912 y febrero de 1914. Apoyándose en las capas populares urbanas, Billinghurst
puso en jaque a la oligarquía civilista dominante, hasta que ésta recobró el poder
político recurriendo a un golpe militar. Su presidencia fue un período de avances
y conquistas para el movimiento obrero urbano. No se registran modificaciones
significativas en lo que respecta al régimen agrario y la situación del indio,
aunque Billinghurst llegó a crear y respaldar una comisión investigadora sobre
los atropellos y despojos cometidos contra los indígenas en la región de Puno,
que condujeron a una rebelión campesina reprimida violentamente.
El comisionado de parte de Billinghurst fue el oficial del ejército Teodomiro
Gutiérrez Cuevas, quien se supone dirigió en 1914-5 la gran sublevación
indígena del sur, adoptando el nombre de Rumi Maqui. Gutiérrez Cuevas
realizó una investigación, durante la cual se enfrentó a los gamonales locales,
quienes ejercieron presiones desde el parlamento nacional (poder que se
convirtió en el bastión político de la oligarquía y en cuyo nombre se efectuó el
golpe de estado) que fueron rechazadas por Billinghurst. Su caída acarrearía la
destitución de Gutiérrez Cuevas y su huída del país, hasta su supuesta
reaparición como Rumi Maqui14.
El ambiente creado durante la presidencia de Billinghurst alentó y dio empuje
a las actividades humanitarias y denunciatorias de la Asociación Pro-Indígena,
creada en 1909, y que seguiría activa hasta 1917. Para los anarquistas, el período
de Billinghurst fue complejo y contradictorio. Por un lado, los anarco-
sindicalistas organizados en torno al periódico La Protesta participaron en las
luchas obreras y gozaron de su auge, pero, por el otro, se enfrentaron con el
peligroso fenómeno de un gobierno que atrajo a sus filas a dirigentes sindicales y
creó organizaciones sociales bajo su tutela, alimentando la ilusión de que es
posible solucionar cuestiones sociales dentro del marco del estado.
Es durante un período parcialmente concordante con el de Billinghurst en el
que se procesa un cambio fundamental en la actitud y las concepciones
anarquistas respecto a la cuestión indígena. En medio de las fisuras en la
hegemonía oligárquica fue surgiendo y acentuándose una conciencia indigenista
limeña, y los anarquistas fueron parte de ese proceso. El surgimiento de la
cuestión indígena llevaría finalmente a los anarquistas a reevaluar sus posturas
eurocéntricas iniciales. Pero ello no se dio como el resultado teórico de sus
debates ideológicos, sino como consecuencia de su aproximación a la realidad
andina durante las convulsiones sociales que sacudieron al Perú en esos años y la
praxis revolucionaria en la que los anarquistas se fueron involucrando.
El viraje no fue inmediato. Las primeras propuestas de reevaluación fueron
rechazadas y sólo la práctica pudo ir limando y transformando la posición
inicial, hasta la consolidación de una nueva postura radicalmente distinta.
La Protesta fue la principal tribuna del anarco-sindicalismo15, que hasta 1919
constituyó la única corriente revolucionaria organizada y con ideología
elaborada. A pesar de persecuciones, de su oposición inflexible a todos los
regímenes de turno y de sus dificultades financieras, La Protesta se publicó
mensualmente, con irregularidades, entre 1911 y 1927, con un tiraje que oscilaba
entre 1500 y 3000 ejemplares. En su mayoría, los ejemplares de La Protesta eran
difundidos entre los grupos anarquistas de Lima y Callao, y los obreros de la
capital. Hay que considerar que probablemente cierto número de ejemplares
eran leídos por más de una persona. También había en efecto un sistema de canje
con publicaciones de otras ciudades peruanas, no necesariamente anarquistas,
pero sí de carácter social obrerista, o de crítica liberal. Asimismo se mantenía un
amplio sistema de canjes con publicaciones anarquistas en el exterior. Hasta el
No. 33 (3 octubre 1914), con el que comienza un breve período de dos meses en
que aparece como semanario y se empieza a vender a precio fijo, La Protesta
funcionó bajo el principio de "Erogación Voluntaria", publicando listas de
donantes.
En enero de 1912, La Protesta publicó un artículo de B. S. Carrión, titulado "El
Comunismo en el Perú"16. Este artículo constituye el primer replantamiento, el
primer indicio de una nueva concepción, divorciada ya del eurocentrismo, que
busca basar sus perspectivas revolucionarias en elementos de la realidad
peruana. Si se quiere, se trata del primer intento conocido de ligar las
aspiraciones futuras del anarquismo con el pasado del Perú. Contrariando a
Tessara, la mirada de Carrión no se dirige ya hacia el océano, sino hacia la sierra,
y el término tradición adquiere otra connotación:
"La costumbre tiene fuerza de ley, y la tradición es la historia de los
pueblos que no dejaron escrita la crónica de los propios
acontecimientos. Recorriendo algunos de los pueblecitos que existen
diseminados en la dilatada falda de los Andes, ha dejado en mí
dolorosa impresión, la desaparición de un pasado, que fue quizás
mejor que la época actual, económicamente considerada".
Consecuente con estas primeras consideraciones, Carrión pasa a identificar y
describir dos elementos que perduran como vivo testimonio del pasado que "fue
quizás mejor": la unya (el trabajo en común) y el trueque de productos. Sin
idealizar la situación del indio, sin dejar de señalar su estado de opresión,
Carrión resalta los factores, latentes de esperanza, que revelan la existencia de
un potencial de redención en la misma realidad indígena:
"El indio es por naturaleza pacífico; lo demuestra el horror que siente
a la conscripción militar (reclutamiento), el odio hacia las autoridades
por los abusos que cometen con ellos, y el naciente desdén con que
van mirando a los curas, quienes día a día pierden la (sic) influencia
que ejercieron en forma absoluta".
Los indígenas pasan a ser posibles sujetos revolucionarios y no sólo objetos de
explotación, análisis, lástima, o instrucción. Los factores de cambio, se insinúa,
son producto de una conjunción entre la herencia del antiguo comunismo
incaico y la reacción de rebeldía frente a la explotación.
El objetivo de estas apreciaciones no es meramente descriptivo y analítico.
Carrión se propone indicar una estrategia, un programa de acción basado en
ellas, y su propuesta no está inspirada solamente en sus observaciones en los
pueblitos en las faldas de los Andes. Existe un factor exterior, no-europeo, que le
ayuda a fundamentar su tesis; un factor no peruano, aunque sí considerado
compatible con la realidad peruana: la revolución mexicana. Esta puede tener
un "reflejo" en el Perú, pues considera que "existen analogías de diverso orden"
entre los indios de México y los del Perú, principalmente "la explotación servil a
la que está sometido el proletariado peruano y en especial el indio de las mesetas
andinas y de la montaña". Entonces, no sólo estaríamos frente a una primera
manifestación de tina concepción anarquista en aras de andinización y
peruanización, sino también frente a un anarquismo latinoamericanizado, o
más precisamente, tomando la definición posterior de Haya de la Torre,
indoamericanizado. Lamentablemente, las tesis de Carrión acerca de "cómo
pudiera llevarse a cabo la propaganda entre los indios con el fin de seguir el
ejemplo de los de Méjico", no llegaron a nosotros. El artículo termina ahí por
falta de espacio, con una promesa de pronta continuación, pero ésta brilló por su
ausencia.
Las tesis de Carrión debieron provocar una fuerte polémica entre los
anarquistas, y fueron rechazadas por el grupo que publicaba La Protesta. En el
número siguiente se publica, en lugar de la esperada continuación y ocupando
un espacio idéntico al artículo anterior, un artículo firmado por M. Caracciolo
Levano, fundador del periódico y considerado como la figura más destacada
entre los veteranos del anarco-sindicalismo limeño. Sin mencionar expresamente
a Carrión, Caracciolo Levano expone sistemáticamente las posiciones
"ortodoxas" del anarquismo universalista, racionalista y positivista con respecto
a la cuestión indígena.
"Redención indígena"17 se titula su artículo, que comienza con una serie de
afirmaciones ideológicas, sobre las cuales se apoyarán los argumentos
posteriores: "Instruir es redimir. Educar es moralizar ... No hay progreso ni
civilización sin libertad". Caracciolo Levano no ve nada positivo, ningún motivo
de esperanzas, en el estado actual del indio; la explotación no provoca una
reacción que pueda conducir a la redención indígena. Los explotadores
incentivan el uso del alcohol y la coca que "degrada y embrutece" al indio y,
entonces, la única rebeldía posible es el crimen. Si bien Caracciolo Levano
polemiza con las concepciones racistas de los círculos aristocráticos dominantes,
acepta, en cambio, el diagnóstico de la inferioridad indígena, aunque
discrepando acerca de sus causas. En su opinión, los indígenas son torpes y
degenerados, aunque no por razones étnicas y biológicas, y pueden ser extraídos
de su pasividad e incorporados al progreso humano sólo por la panacea del
racionalismo:
"¿Cómo salvar pues, al indio de esa negra situación de esclavo, y de la
ignorancia en que vegeta? Por un solo medio: por la instrucción
racional. Enseñándole sus deberes y derechos individuales y
colectivos de hombre libre y consciente, para que sepa sentir, pensar
y obrar con altivez y voluntad propias; despertando en él el espíritu
de resistencia y rebeldía. Indicándole los medios que ha de poner en
práctica para disfrutar de la felicidad...
Enseñándole que la única Verdad está en la Razón y en la Ciencia..."
Si bien Caracciolo Levano no se refiere explícitamente al artículo de Carrión,
la polémica resulta evidente. Más aun, la discusión puede tener consecuencias
prácticas para los militantes anarquistas, por lo que Caracciolo Levano presenta
su ¿qué hacer?, distinto del de Carrión, que La Protesta no publicó. Según él, la
misión de "quienes verdaderamente se interesen por la redención del indio" tiene
que ser la formación de maestros indígenas, "apóstoles de propaganda y
enseñanza", que alfabeticen en quechua y eduquen "inculcándole los ideales
emancipadores, y despertándolo del profundo marasmo en que dormita". El
primer paso para la redención indígena pasa por la escuela racionalista, donde el
indígena andino podrá recibir la luz que de Europa le traen los anarquistas.
Los conflictos agrarios y el viraje conceptual
El ambiente rural en los meses siguientes no fue muy propicio para el tipo de
actividad, relativamente tranquila y paciente, propuesta por Caracciolo Levano.
Este no tomó en cuenta el estado de rebelión endémico de los campesinos
indígenas en los Andes del sur peruano desde fines del siglo pasado, ni la
agudización de los conflictos laborales en las haciendas capitalistas del norte. En
1911-2 se desató una violenta rebelión campesina en Azángaro, que fue
cruelmente reprimida por los gamonales de la región. La rebelión y las masacres
en represalia fueron el preludio a la sublevación de Rumi Maqui en 1915.
Mientras tanto, en el norte, en abril de 1912, se declararon en huelga miles de
"enganchados" en las haciendas azucareras del valle de Chicama. La huelga fue
violentamente reprimida por los propietarios de cuatro de las cinco grandes
haciendas mediante la acción conjunta del ejército y las bandas armadas,
dejando un total de 150 trabajadores muertos18.
Las rebeliones campesinas en el sur repercutieron en La Protesta mucho
menos que la masacre en el valle de Chicama. Esta fue repetidamente tratada por
el periódico, que parece no tener noticias del altiplano. Sin duda, esto se debe a
que el valle de Chicama era una zona de relativo desarrollo capitalista, más
intensamente relacionada con las concentraciones urbanas de la costa, con
mayor acceso a fuentes de información, y, como veremos, agitadores sociales
vinculados al anarquismo acompañaron y testimoniaron sobre los sucesos. De
todas formas, lo que nos interesa es que Caracciolo Levano resulta estar muy
alejado de la realidad rural de su momento cuando pide para el indio maestros
racionalistas para ir "despertando en él el espíritu de rebeldía". Sin embargo,
refiriéndose a la huelga de Chicama en su discurso del 1 de mayo de 1912, a sólo
dos meses del mencionado artículo, el mismo Caracciolo Levano enfocaba de
una forma completamente distinta la situación del indígena19:
"También nuestra raza indígena, esos paria humillados y
envilecidos... se agitan y se rebelan con intrepidez y coraje contra sus
inicuos opresores".
Los sucesos de Chicama reclamaban de los anarquistas en Lima otro tipo de
actividad, otra actitud. Los indígenas ya no eran una "masa inerte" a la cual
había que despertar, sino que se rebelaban por sí mismos, y eran los anarquistas
quienes tenían que adaptarse a las circunstancias. Esta nueva actitud se refleja
expresamente, por ejemplo, en la autocrítica que reitera la urgencia de elevar el
nivel de organización sindicalista, ya que los anarquistas limeños no pudieron
ayudar ni informarse a tiempo, dejando a los huelguistas de Chicama
"completamente solos en la dolorosa campaña que han librado"20.
En La Protesta se denuncia también la prisión en la norteña ciudad de Trujillo
del "infatigable propagandista social Reinaga, y el honrado y valiente periodista
radical Benjamín Perez Treviño, director de La Razón de esa ciudad", en
relación con los sucesos de Chicama. Reinaga, un personaje multifacético,
originario del Callao, era uno de los fundadores del movimiento obrero en
Trujillo y publicaba en esos momentos (con 71 años de edad) su propio
periódico, "El Jornalero"; en el cual propagaba ideas anarquistas y
sindicalistas21. Los sucesos de Chicama provocaron un primer cambio en la
actitud de La Protesta, aún lejana de la propuesta por Carrión. A medida que los
militantes anarquistas se ven más informados e involucrados en los conflictos
agrarios, y se aproximan a la realidad indígena, se va desarrollando una actitud
cuya culminación será una confluencia o articulación del anarquismo con el
mesianismo indígena de restauración del Tahuantinsuyo en el marco de una
utopía andina22.
Igualmente interesante resulta comprobar que, también desde el indigenismo,
se evolucionó hacia el anarquismo. Uno de los personajes para quien los sucesos
de Chicama se convirtieron en un momento de definición ideológica fue M.
Herminio Cisneros. Cisneros, al parecer actuando como representante de la
Asociación Pro-Indígena23, recogió testimonios de sobrevivientes y familiares
de los masacrados24. El joven, vinculado a la primera organización indigenista
peruana dedicada a la denuncia de atropellos y el apoyo a las reivindicaciones
indígenas, fue sacudido y radicalizado ideológicamente por la masacre: "Al
calor de ese bárbaro acontecimiento, ante tanta infamia... volvíme
anarquista...25.
Cisneros se volvió un militante anarquista y trajo a La Protesta su indigenismo
en un momento clave, en el cual estaba evolucionando el pensamiento
anarquista sobre la cuestión indígena. Sobre todo, él aportó una práctica de
aproximación y actividad conjunta con los indígenas, la cual aceleraría el
proceso de "andinización" del anarquismo. Una de las experiencias de Cisneros
que quedó registrada en La Protesta26 fue el intento de crear el Centro de
Estudios Sociales "Libertad y Cultura" en la localidad de Pallasca. Esto se
inscribía en el marco de la concepción expuesta por Caracciolo Levano, y su
objetivo fue definido "ocuparse de la instrucción obrera en la región de la sierra".
Tratándose de una acción cultural y educativa que se supone no incluía acciones
de carácter radical a corto plazo, Cisneros no tuvo inconveniente en colaborar
con las autoridades locales. Sin embargo, ya en su primera asamblea pública, el l
de enero de 1913, se desató una acalorada discusión entre las autoridades - que
comprenden súbitamente quiénes eran los jóvenes tan interesados en desarrollar
la cultura en Pallasca - y los anarquistas, incapaces de disimular sus objetivos.
Al parecer, el incidente condenó el centro cultural al fracaso. Los indígenas, por
su parte, mostraron un despierto interés, que alarmó a las autoridades. Es de
suponer que el fracaso de experiencias de este tipo fue uno de los factores que
incidieron en el cambio de estrategia y de actitud de los anarquistas frente a la
cuestión indígena.
En junio de 1913 se publicó el No.23 de La Protesta, en el cual Cisneros firma
por primera vez un artículo en Lima. Su presencia en la capital se hace notar en
sus múltiples colaboraciones en el periódico, especialmente en lo concerniente a
la cuestión indígena. Pero no siempre la observación de la realidad indígena
produjo una clara reevaluación en la actitud anarquista.
Es así que, en el mismo número, se publica una nota bajo el título "La
Caravana Indígena", firmada por Benjamino Soto y N., que describe la
explotación de los trabajadores indígenas "enganchados" en las haciendas de la
costa durante la zafra. No obstante su auténtica solidaridad con los trabajadores
indígenas, no puede ocultar una visión eurocéntrica y paternalista:
"¡Pobre raza! esclava a fuerza de estar mantenida en la ignorancia y
el fanatismo-..] los anarquistas acercaremos a los indígenas a
nuestro ideal - para su redención".
Al igual que en el primer artículo de Caracciolo Levano, la falta de instrucción
es considerada como el principal factor que permite la explotación, mientras que
la clave de la redención para los indígenas se encuentra en manos de los
anarquistas. Más aun, las tradiciones y las creencias indígenas (el autor destaca
especialmente el fatalismo) son tachadas de "fanatismo", sin percibir en ellas
posibles elementos redentores.
En los Nos. 27 a 32, correspondientes al período entre noviembre de 1913 y
septiembre de 1914, casi no hay referencias a la cuestión indígena, a excepción de
una nota sobre la revolución mexicana, en la cual se destacan la ocupación de
tierras por parte de los campesinos y el papel revolucionario de los anarquistas
mexicanos27. Mas la falsa impresión que crea el abandono de la cuestión
indígena en las páginas de La Protesta se transforma en sorpresa en el No. 33, del
3 de octubre de 1914. Mientras el periódico callaba, los militantes anarquistas
vinculados a él se dedicaban a una labor de agitación entre los trabajadores
rurales. La prisión de dos agitadores, Antuñano y Montoya, en las haciendas del
valle de Carabayllo rompió el silencio, al parecer calculado, de La Protesta. Bajo
el título "La voz de un Campesino", y sin firma, se denuncia "...la prisión
arbitraria de nuestros compañeros".
La realidad social cobraba tintes radicales y los anarquistas se veían cada vez
más involucrados. En octubre de 1914, meses después del derrocamiento de
Billinghurst, se intentaba consolidar el retorno de la oligarquía, apoyada en el
ejército, al ejercicio pleno del poder político, y por lo tanto el ambiente político
no se mostraba muy tolerante con agitadores sociales. Los anarquistas, por su
parte, desafiaban al régimen y dirigían sus dardos contra "el militarismo", lo
cual no aportaba motivos para una actitud de tolerancia por parte del gobierno.
En el sur, en el altiplano, se hacía sentir un constante estado de agitación entre
los indígenas, estado que culminaría en la sublevación de Rumi Maqui, un año
más tarde. Los terratenientes propiciaban un alarmismo que les justificaba al
reprimir y despojar a los indígenas. No existen indicios acerca de una
participación anarquista o relación cualquiera con el levantamiento de Rumi
Maqui, excepto unas vagas acusaciones que los gamonales locales pretendían
aprovechar para justificarse frente a la opinión pública de la capital y apurar el
envío de fuerzas represoras28.
Sin embargo, con este escenario de fondo, puede entenderse por qué la
propaganda anarquista entre los trabajadores rurales indígenas provocó una
reacción tan violenta por parte de las autoridades (poco tiempo después fue
deportado Antuñano, de nacionalidad argentina).
En el mismo número en el que se informa acerca de las detenciones, defiende
Elías Mendiola a sus compañeros, rechazando las acusaciones de las autoridades
que "han pretendido ver una incitación al motín, al incendio y a la destrucción ...
donde sólo había labor de investigación y organización societaria obrera...".
Aunque naturalmente apologista, resulta interesante su descripción de la
actividad propagandística entre los braceros indígenas. Es obvio que se trata de
una propaganda bastante más cercana a la agitación que la elemental labor de
instrucción racionalista recomendada por Caracciolo Levano. Los anarquistas
asumieron que la realidad indígena en las haciendas era propicia para captar
mensajes sindicalistas29. Interesa en especial la alusión a la "labor de
investigación" que, sin otro indicio, podría significar un intento más serio por
parte de los anarquistas de conocer y aproximarse a la realidad indígena. En el
marco del ambiente represivo de la época, el diario conservador El Comercio
publicó un artículo de advertencia contra los anarquistas, en el cual los describe
como terroristas, al estilo difamatorio comúnmente usado entonces en diversas
partes del mundo, pero agregando una acusación "peruana", destinada a
provocar una verdadera fobia en la opinión pública: "instigan a los indígenas a la
guerra de razas"30. Acusación obviamente rechazada por La Protesta31.
El viraje conceptual
Hasta ahora hemos visto cómo los anarquistas limeños de La Protesta
trataron el tema indígena y fueron involucrándose en él entre enero de 1912 y
octubre de 1914. La estrategia planteada por B.S. Carrión fue rechazada y ni
siquiera publicada enteramente; tan sólo podemos deducirla de su artículo
introductor. En cambio, el periódico, por medio de una de las figuras más
destacadas del anarcosindicalismo, Manuel Caracciolo Levano, presentó una
actitud más acorde con lo que podemos considerar las concepciones "ortodoxas"
o universales del anarquismo. Vimos, también, cómo la realidad de los agudos
conflictos rurales de la época, la aproximación a la realidad indígena, y la
involucración (aún bastante lateral) en las luchas, fueron matizando y alterando
la visión anarquista. Incluso el mismo Caracciolo Levano, ante los sucesos de
Chicama, tan sólo cuatro meses después de publicarse su artículo programático,
presenta una visión distinta, más adaptada a la realidad andina de la epoca32:
"Las tierras fértiles de nuestras montañas no necesitan de riegos
artificiales para producir. Nuestras incipientes multitudes, dotadas
de natural raciocinio, no necesitan de filosofías curialescas,
tegiversadoras de la Verdad, para darse cuenta de lo que deben hacer,
para librarse de las injusticias..."
Sin embargo, hasta noviembre de 1914, no se llegó a formular en las páginas
del periódico anarcosindicalista un planteamiento continuador del presentado
por Carrión. Recién en el No. 39, del 21 de noviembre de 1914, se publicó un
artículo bastante más radical en su apelación al pasado andino frente al presente
de opresión y miseria, en su aproximación a la utopía andina, y en su rechazo al
determinismo positivista de las concepciones eurocéntricas de la historia. El
artículo, firmado por E. de Arouet Prada, se titula "Raza indígena", y en él se
afirma que si bien las raíces de la explotación en el presente se encuentran en la
conquista española, la república, por su parte, no había cambiado
sustancialmente la situación:
"Sobre los escombros del Tahuantinsuyu, los hijos de Valverde y
Pizarro continúan la obra de destrucción y ruina de sus padres. El
régimen colonial o virreinal no ha desaparecido... Con la república,
si sus fundadores procedieron de buena intención, los policastros de
después hasta hoy no han hecho sino cambiar de nombres en el
abuso, la opresión y el crimen..."
Al caracterizar al régimen de explotación como colonial, las categorías
raciales adquieren un contenido social. Más aun, rechazando el concepto
determinista del progreso histórico, concepto clave en la visión eurocéntrica, el
autor proclama la superioridad de las civilizaciones indígenas: "los aztecas y
quechuas fueron más civilizados que ellos (los conquistadores)".
Incluso en el presente se encuentra en peligro uno de los más importantes
legados del pasado indígena, "el comunismo que sobreexistía todavía a toda
destrucción, está desapareciendo merced a la ambición y al hambre canina de los
gamonales". Apoyándose en citas de González Prada que resaltan la falta de
sentido de las libertades formales y burguesas de la república para los indios, el
autor, a la par de la crítica, reincide varias veces en una descripción idealizante
del pasado incaico, comparándolo con el presente, fruto de la conquista:
"Los invasores destruyeron el Comunismo imperial incaico, para
explotar a los indios en nombre de un amo; desolaron su civilización,
en nombre de una fe mentida, más bien barbarie, demolieron sus
monumentos para erigir iglesias a un dios malhechor; exterminaron,
en fin, la raza".
Llaman la atención los recursos semánticos utilizados para presentar una
imagen idealizada del Imperio de los Incas, limando cuestiones problemáticas
desde el punto de vista de la ideología anarquista. El régimen bajo los incas es
definido primeramente como "Comunismo" (con mayúscula) y sólo como
"imperial" (con minúscula), resaltando la importancia del elemento positivo y
minorizando el negativo. Luego, los templos religiosos indígenas son calcados
como "monumentos", presentando como cultura y arte lo que en la ideología
anarquista "ortodoxa" sería considerado como supersticiones y cultos destinados
a mantener al pueblo en la ignorancia y la obediencia. La reivindicación
implícita de los cultos indígenas, comparados con el cristianismo, es más clara en
el siguiente pasaje, puesto en boca de los indios:
".... nos obligáis a adorar a vuestro dios y servir a vuestra patria,
mitos ambos feroces y sanguinarios que no conocemos...; nosotros
no tenemos más dios que el Sol y la Naturaleza, ni más patria que la
tierra que pisamos..."
El autor confunde, así sea intencional y demagógicamente, o tal vez
sinceramente, el culto a los astros y a los fenómenos de la naturaleza con la fe
positivista, racionalista y moderna en las leyes de la naturaleza. De esta manera,
la idealización del Tahuantinsuyo se hace mucho más digerible para los
anarquistas modernos; se crea un puente entre el pasado idealizado y la
ideología progresista y revolucionaria del presente, portadora del futuro.
Asimismo, al presentar sus argumentos poniéndolos en boca de los indígenas, el
autor expresa lo que él considera un estado de conciencia, insinuando un posible
discurso propagandístico para los agitadores indígenas.
Y no será la instrucción racional la que liberará a los indígenas, ni siquiera la
agitación anarquista, sino el reencuentro mesiánico con los mitos del pasado.
Pareciera que el autor quiere conectarse con lo que considera los mitos
existentes en la memoria colectiva de los indios.
La posibilidad de redención es abordada en los términos del mesianismo
andino, que efectivamente caracterizó las sublevaciones indigenas más
importantes: "Si un nuevo José Gabriel Cóndor Canqui (Túpac Amaru) no
viene a redimir esta raza expoliada...". Resulta ilustrativo el que ocho años
antes, el periódico anarquista Los Parias, clamando también por el líder
redentor, convocaba el ejemplo europeo de Espartaco33. Sin embargo, aclara
Arouet Prada, el objetivo sigue siendo propagar los ideales anarquistas, ya que
cuando "los indios se compenetren del espíritu libertario y abracen el ideal
anárquico habrán conseguido su definitiva liberación". Pero ahora el camino
pasa por el encuentro entre los anarquistas y los indígenas en el terreno de la
memoria colectiva, del pasado comunismo incaico y de las rebeliones en los
siglos pasados, desde la conquista. En forma muy directa y explícita, Arouet
Prada aborda la crítica de los anarquistas que se resisten a ver en un régimen
imperial y despótico una bandera a enarbolar:
"¿Qué decirles a los indios? Bajo el Comunismo y gobierno socialista
- autoritario - de los Incas, vivieron felices... En verdad que los
indios no carecían de pan, techo y abrigo bajo aquel gobierno
patriarcal. Algún historiador graznaba `¡Oh! el despotismo', al
referirse a este gobierno. Pero tal tenía que ser y en aquella epoca
(cierto tipo de determinismo histórico a pesar de todo). A quienes se
lamentan del despotismo de los Incas le preguntaremos ¿son
verdaderamente libres todos los hombres hoy? ... los indios fueron
más felices en el despotismo de los Incas que en la tiranía de los
Virreyes y Presidentes. En el imperio socialista autoritario - no
libertario - ellos no carecieron de pan, techo y abrigo, ni sufrieron el
látigo, el sable..."
Y vuelve a reafirmar la superioridad de la civilización incaica, diferenciando
modernidad tecnológica y superioridad moral o humana:
"La civilización misma de los Incas fue más humana que la de los
conquistadores. En efecto, aquellos no tuvieron las guerras religiosas,
ni las guerras políticas o patrióticas de los diez últimos años de los
europeos.... La actual carnicería y desolación europea es una prueba
también de que la civilización del siglo XX es una `barbarie de guante
blanco'."
La Primera Guerra Mundial, con sus horrores, ya en sus primeros meses,
provocó profundos cambios en la concepción del progreso, rompiendo el
optimismo histórico del determinismo positivista y convirtiéndose en uno de los
factores en la reevaluación de varias ideologías canonizadas, inclusive en el seno
del anarquismo. En América Latina, la guerra europea produjo una gran
desilusión con la civilización del viejo continente, fomentando una intensa
búsqueda de fuentes propias de referencia e inspiración, y alentando en algunos
países, como en el Perú, una reivindicación del pasado indígena. El viraje
conceptual dentro del anarquismo peruano no fue completo, ya que quedaron
residuos de la concepción anterior, y no fue necesariamente compartido en el
mismo grado por todos los anarquistas de La Protesta. De todas formas,
caracterizó a los anarquistas vinculados a las rebeliones campesinas de los años
veinte y trascendió el anarquismo para abarcar, con diversos grados y matices, a
los indigenistas radicales durante el oncenio de Leguía. Ya en 1915, la nueva
síntesis ideológica se reflejaba en el folleto propagandístico La Anarquía, en el
Perú, publicado por Juan Manuel Carreño, quien presenta el anarquismo
moderno como "la continuación evolutiva del sublime comunismo incaico" 34, ni
más ni menos.
Las concepciones expuestas en el artículo de E. de Arouet Prada constituyen
un momento clave en el proceso de "andinización" del anarquismo limeño
representado por La Protesta. La cuestión indígena deja de ser observada con
ojos costeños, europeos, por representantes de una cultura moderna, racional,
portadora de la ciencia, la verdad y la redención social, por medio de su teoría
revolucionaria. Esta es relevante aún, pero no reside en ningún supuesto
"progreso humano" inherente a la civilización occidental y moderna. Los indios
llegarán a los ideales anarquistas, y con ellos a su misma liberación, al
encontrarse con los anarquistas en sus propios mitos, en su memoria colectiva
del pasado comunismo incaico, en las prácticas colectivistas y de ayuda mutua
que aún sobrevivían, en sus creencias, más relacionadas con la naturaleza - y
por lo tanto más cercanas a la ciencia- que el cristianismo de los descendientes
de los conquistadores. Los anarquistas peruanos empiezan a mirar hacia la
sierra y desde la sierra. Ya no esperan que las olas del progreso bañen las costas
del Perú y ellos, los anarquistas costeños, empapados por ellas, difundan su
mensaje en la sierra mediante la formación de maestros indígenas aculturados.
Podemos señalar varios factores que influyeron en este proceso:
- Como factor de fondo, la agudización de los conflictos sociales agrarios
como resultado de la creación de haciendas capitalistas (principalmente en
el centro y norte del país) y de la incorporación de otras al mercado
mundial (lo que -muchas veces se confunde con el término de
"modernización'. Esto, a la vez que agrava conflictos existentes y crea
otros nuevos, les da mayor difusión pública a nivel nacional. O sea, acerca
la sierra a la costa, integrando a mayores regiones del país.
- La creciente participación de militantes anarquistas en los conflictos
agrarios, durante los cuales van conociendo y compenetrándose en la
realidad (económica, social, cultural y mental) indígena.
- El origen peruano del radicalismo político de González Prada creó para
sus seguidores un antecedente que les permitió criticar la realidad peruana
desde sí misma y no sólo desde los paradigmas del anarquismo universal.
- El proceso de andinización del anarquismo es parte del desarrollo del
indigenismo en el Perú, que llegó a su auge durante los años veinte. Los
anarquistas no se abstraen a los procesos socio-políticos e intelectuales del
país.
- Paradójicamente, el desencanto europeo con el positivismo, desde
comienzos del siglo, contribuyó a la deseuropeización del anarquismo
peruano. No disponemos de evidencias acerca de la influencia de un
pensador como Sorel; la falta de referencias en La Protesta no significa que
su obra, directa o indirectamente, no fuera conocida por alguno de los
anarquistas35. Lo que sí puede suponerse es que las filosofías antipositi-
vistas europeas llegaron a Lima durante esa década, influyendo en las
modas intelectuales de esa provincia cultural.
- La revolución mexicana, con sus mensajes de reforma agraria,
reivindicación del campesino indígena, nacionalismo y nativismo, y la
participación en ella de anarquistas, impactó también a los anarquistas
peruanos, ofreciendo por primera vez un modelo de inspiración no
europeo.
- La Primera Guerra Mundial, aquella expresión de "barbarie con guantes
blancos", aceleró el proceso de desencanto con la civilización europea
moderna, fomentando en América Latina la búsqueda de una alternativa
propia, que se nutra de valores y conceptos americanos, o al menos
desarrollados en una interacción con la realidad americana. Hasta su
reformulación por el estalinismo, la guerra barrió con el determinismo
positivista en el campo revolucionario, rompiendo también la supuesta
correlación entre progreso material y moral.
El anarquismo andinizado, y su expresión práctica en el Comité Pro-Derecho
Indígena Tahuantinsuyo36 durante las grandes rebeliones indígenas de la década
del '20, pueden considerarse como una de las fuentes inspiradoras de Mariátegui
y Haya de la Torre en sus búsquedas de síntesis originales entre teorías
revolucionarias, de origen europeo, y la realidad social y cultural del Perú e
Indoamérica, pensadas desde ellas. La. síntesis creada por Mariátegui entre
marxismo e indigenismo, y el espíritu indigenista de los "7 ensayos", pueden ser
considerados como una prolongación, más elaborada, brillante y con mayor
solidez teórica, del viraje conceptual iniciado por los anarquistas.
Entre 1912 y 1915 se fue gestando en La Protesta un nuevo discurso
revolucionario. Por primera vez37, revolucionarios portadores de teorías
universalistas de origen europeo recurrieron a la memoria colectiva indígena, a
sus mitos, adaptándose a lo que percibían como la realidad andina en todas sus
dimensiones (objetivas y subjetivas), modificando para eso sus conceptos v
premisas, y creando una nueva utopía andina.
En el encuentro entre el anarquismo limeño y el mundo andino son dos los
sujetos. Hemos analizado cómo el encuentro impactó a uno de ellos, provocando
un significativo cambio en su actitud, en su percepción del otro, hasta tener que
introducir cambios en su ideología. Los anarquistas de La Protesta han sido los
protagonistas de esta pequeña historia.
Otro estudio, probablemente más interesante y dificil, podría hacerse
analizando el encuentro desde la perspectiva de los indios; también podría
intentarse una comparación crítica entre lo que los anarquistas consideraban
que eran los mitos y la conciencia colectiva de los indios, y lo que éstos realmente
pensaban. Pero, ésas serían ya otras historias.
NOTAS
Kapsoli Wilfredo, Ayllus del Sol - Anarquismo y utopía andina, Lima, ed. Tarea, 1984.

Sumamente ilustrativo es el texto de una conferencia de Angelina Arratia pronunciada en 1920 y
reproducida por Kapsoli en Ayllus del Sol..., pp. 194-196.

Hay una larga lista de trabajos y libros sobre González Prada. Para este artículo, los datos
biográficos han sido extraídos principalmente del prólogo de Bruno Podestá a su Pensamiento
políticode González Prada, Lima, GREDES,1988, y del prólogo de Luis Alberto Sánchez (quien
se ha ocupado extensamente de la vida de GonzálezPrada en su Don Manuel y en otras obras) a
Horas de Lucha, Lima, PEISA, 1989.

Basadre analizó psicológica y sociológicamente el fenómeno de González Prada en su famoso
Perú: Problema y Posibilidad, Lima, 1931, pp. 166-170. Allí lo caracteriza como un descendiente
de una aristocracia decadente, aburguesado, resentido hasta convertirse en un "apóstata", que
vive en un continuo "suicidio" de clase, cuya máxima expresión fue su paso al anarquismo.

La exitosa revolución del legendario caudillo Nicolás de Pierola, en 1895, culminó con la
incorporación de su partido a la institucionalidad "civilista", lo que permitió una breve era de
normalización considerada como el auge de la "República Aristocrática". Los medianos
hacendados, comerciantes y "doctores" provincianos, que apoyaron a Pierola y constituyeron la
oposición a la vieja oligarquía limeña, fueron, en su mayoría, absorbidos y pasaron a formar
parte de la nueva aristocracia ampliada. Fueron ellos quienes se convirtieron en los agentes del
poder del estado y de la incorporación al mercado internacional en las provincias andinas, y de
ellos surgieron algunos de los gamonales que se lanzaron a afianzar su poder apoderándose de
tierras de indígenas, convirtiéndose así en grandes terratenientes.

"No forman el Perú las agrupaciones de criollos y extranjeros que habitan la faja de tierra situada
entre el Pacífico y los Andes: la nación está formada por las muchedumbres de indios
diseminados en la banda oriental de la cordillera"; discurso pronunciado en 1888 en el teatro
Politeama de Lima, e incluido en Páginas Libres.

"Nuestros indios", en Horas de Lucha, pp. 205-221. En una nota señala Luis Alberto Sánchez: "A
partir de este artículo de Prada acerca del indio, cambia radicalmente el planteamiento de esta
cuestión en la literatura sociológica peruana... El ensayo imprimió un violento viraje a los
trabajos indigenistas y es el inspirador directo de los trabajos de Pedro Zulen, Víctor Haya de la
Torre, José Carlos Mariátegui, José Uriel García y Luis E. Valcárcel". Sin desmedro de la
importancia del ensayo y su planteo, hay algo de exageración en considerarlo inspirador directo
de todos los autores mencionados, especialmente si notamos que el artículo de González Prada
recién fue publicado por primera vez, póstumamente, en 1924. Zulen fallecería escasos meses más
tarde; Valcárcel ya llevaba varios años de estudios del tema indígena.

En el periódico Los Parias, No. 47, 1909, citado por Kapsoli en Ayllus del Sol..., p. 174.

García Salvatecci, en El anarquismo frente al marxismo y el Perú (Lima, Mosca Azul Ed.,1972),
hace hincapié en la relación entre el surgimiento del anarquismo en el Perú y la bancarrota del
viejo Perú aristocrático puesta de manifiesto en la guerra con Chile. De ahí: "Hay desconfianza
en lo peruano, alimentada por una visión pesimista de nuestra historia. Se postula una ruptura
con el pasado". Francisco Mostajo ya señaló en su tesis de doctorado presentada y publicada en
1913, Algunas ideas sobre la cuestión obrera (Contrato de enganche) (Arequipa, Tip. Quiroz), la
problemática especial de la cuestión obrera en el Perú, derivada de la cuestión indígena y la
incomprensión de ésta por parte de los anarquistas. En ese contexto se refiere a "los agitadores de
ideas libertarias, que en el medio nacional aparecen desarraigados, pp. 8-9.

La Protesta, No. 11, diciembre 1911.

García Salvatecci, El anarquismo frente..., pp. 114115.

"Nuestros indios, en Horas de Lucha, pp. 216-7 y p. 220.

El término fue acuñado por primera vez por Jorge Basadre, y luego retomado por Manuel Burga
y Alberto Flores Galindo. Se refiere al período que se inicia con el gobierno de Nicolás de Pierola
en 1895 y culmina en 1919 con Leguía. Es la época en la que "la oligarquía terrateniente,
comercial y financiera ejerció directamente el poder político... Para pertenecer a la clase
dominante al lado del poder económico se exigía la asunción de un cierto estilo de vida y formar
parte de una determinada estructura de parentesco". Burga-Flores Gafndo, Apogeo y crisis de la
RepúblicaAristocrática, Lima, Eds. Rikchay Perú, 1991, p. 7.

La rebelión de Rumi Maqui y las relaciones entre Gutiérrez Cuevas y Billinghurst han sido
analizadas por José Tamayo Herrera en su Historia social e indigenismo en el Altiplano, Lima,
Eds. Treintaitrés, 1982, pp. 202-217.
Sobre la rebelión misma existen diversas versiones y varias cuestiones no aclaradas. En cierto
momento los rebeldes publicaron llamamientos a la restauración del Tahuantinsuyo. La rebelión
fue rápida y fácilmente sofocada, aunque las reacciones de los distintos grupos sociales fue tal que
hizo trascender el movimiento mucho más allá de sus magnitudes originales, creándose una
verdadera leyenda. Acerca del legendario Rumi Maqui, escribe Flores Gafndo: "Si el personaje
no existía, era necesario inventarlo", en Buscando un Inca: Identidad y utopia en los Andes,
Lima, 3a. ed., Editorial Horizonte, 1988, p. 307.

Los aspectos sindicalistas de La Protesta fueron cubiertos por Piedad Pareja en su Anarquismo y
sindicalismo en el Perú, Lima, Eds.Rikchay Perú, 1978.
Sobre el desarrollo del movimiento obrero, ver el trabajo de Dennis Sulmont, El movimiento
obrero en el Perú, 1900-1956, Lima, Pontificia Universidad Católica del Perú, 1975.

La Protesta, No. 12, enero 1912.

La Protesta, No. 13, febrero 1912.

Felipe de Osma - comisionado, Informe sobre las huelgas del norte, Lima, 1912.

La Protesta, No. 15, abril y mayo 1912.

Idem., nota firmada POKEL.

Sobre Reinaga, escribe Demetrio Ramos Rau en Mensaje de Trujillo - del anarquismo al
aprismo, Lima, Instituto Nor-Peruano de desarrollo económico social, 1987, pp. 60-64.

El término "utopía andina" es utilizado en distintos contextos y con acepciones variables. Quien
más lo ha analizado desde un punto de vista histórico es Alberto Flores Galindo, en su libro
Buscando un Inca...; allí lo define: "La utopía andina es los proyectos (en plural) que pretendían
enfrentar esta realidad, intentos de navegar contra la corriente para doblegar tanto a la
dependencia como a la fragmentación. Buscar una alternativa en el encuentro entre la memoria y
lo imaginario: la vuelta de la sociedad incaica y el regreso del inca. Encontrar en la reedificación
del pasado la solución a los problemas de identidad", p. 19.

Kapsoli menciona a Herminio Cisneros como delegado por Huaraz de la Asociación Pro-
Indígena, en El pensamiento de la Asociación Pro-Indígena, Cusco, Centro Bartolomé de Las
Casas, 1980, p. 11.

La Protesta, No. 23, junio 1913.

Idem.

La Protesta, Nos. 19 y 20, enero y abri1.1913, respectivamente.

La Protesta, No. 30, mayo 1914.

Escribe Tamayo Herrera: "Los prolegómenos de la sublevación parece que pueden remontarse a
agosto y setiembre de 1915, pues ya en agosto Bernandino Arias Echeñique había acusado al líder
indio José María Turpo de preparar una rebelión anarquista...", en Historia social e indigenismo
en el Altiplano, p. 209.

Blanchard señala que, durante 1913 y 1914, se nota un incremento en las actividades sindicales
entre los trabajadores de las plantaciones en las regiones cercanas a Lima, en parte debido a la
influencia de agitadores anarquistas; en The Origins of ¡he Peruvian Labor Movement -
1883-1919, p. 130.

El Comercio, 19 octubre 1914, ed. de la tarde.

La Protesta, No.. 36, 24 octubre 1914.

Discurso del lo. de mayo de 1912, en La Protesta, No. 15.

Los Parias, No. 23, 1906, citado por_Kapsoli en Ayllus del Sol..., p. 175.

García Salvatecci interpreta esta afirmación como un mero arranque retórico, en El anarquismo
frente..., p.117. Desde nuestro punto de vista, una afirmación tal vendría a ser la culminación del
proceso de evolución ideológica que hemos presentado.

Guillermo Rouillon, en la creación heroica de José Carlos Mariátegui - La edad de piedra,
Lima, Ed. Arica,1975, pp. 208-211, sitúa el descubrimiento de Sorel por parte de Mariátegui por
el año 1918, y menciona al intelectual socialista Víctor Maúrtua y a inmigrantes italianos de
simpatías ánarco-sindicalistas como quienes lo introdujeron a las obras de Sorel.

La participación anarquista en el comité y los vínculos, durante los años 20, con los movimientos
milenaristas y restauracionistas han sido detallados por Kapsoli. El comité "Tahuantinsuyo" no
pretendía oficialmente esos objetivos y en sus comienzos hasta fue apoyado formalmente por el
régimen de Leguía, que intentó auspiciar un indigenismo oficialista como herramienta en su
lucha por quebrar el poder de la oligarquía civilista. En 1923, cuando el carácter revolucionario
del comité se hizo evidente y las rebeliones indígenas proliferaron, Leguía declaró su disolución y
comenzó a perseguir a sus activistas. Hasta entonces, los anarquistas que actuaron en el marco
del comité debieron disimular su ideología frente al régimen y asumir posiciones restauracionistas
en la agitación; esto último habría sido imposible sin el previo viraje conceptual que hemos
señalado.

Hay que aclarar que, si bien se trata de la primera vez que esto sucede en un movimiento
revolucionario con ideología universal, ya el general Andres Cáceres, al organizar las guerrillas
de resistencia a la ocupación chilena, se dirigió al imaginario indígena, junto con promesas de
devolución de tierras, para obtener el apoyo de los campesinos indígenas, para quienes, según las
anécdotas de la época, la guerra no significaba más que una lucha entre "el general Chile" y "el
general Perú".

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