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VOLUMEN 6 - Nº 1 |
ENERO - JUNIO 1995 |
América Latina y la Segunda Guerra Mundial (I)
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El nacionalismo y el campo liberal argentinos
ante el neutralismo: 1939-1943
LEONARDO SENKMAN
Universidad Hebrea de Jerusalén
Este artículo se propone discutir el neutralismo, no sólo como una categoría
geopolítica, sino como mito movilizador interno, para evaluar el papel que
cumplió el campo político e intelectual del liberalismo simpatizante de los
Aliados durante los gobiernos de los presidentes Ortiz y Castillo. Además,
pretende conceptualizar algunas críticas de sectores nacionalistas neutralistas
a ciertas corrientes pro-Eje del nacionalismo que apoyaron la política
internacional de Castillo y Ruiz Guiñazú.
Una interpretación de historia política e intelectual mecanicista atribuye en
bloque sólo al campo nacionalista simpatizante del Eje el apoyo a la política
internacional neutralista del gobierno de Ortiz, y luego de Castillo. Esta
interpretación también desconoce las dudas y vacilaciones de sectores del
campo liberal -originalmente neutralista- que sólo después se alinearán junto
a posiciones pro-aliada y rupturista, de la misma manera que olvida las
diferencias ideológicas al interior del campo nacionalista respecto al
neutralismo.
Me propongo desmistificar este esquema interpretativo de un período tan
complejo de la historia política argentina, y de sus relaciones internacionales,
analizando algunas discontinuidades ideológicas y rupturas en las alinea-
ciones políticas de ciertos representantes de ambos bloques -aliadófilos y
neutralistas-1; mi hipótesis central es que el comportamiento de ambos
actores colectivos estuvo motivado más por razones de política interna que
por motivos ideológicos de la política internacional. En tal dirección, una
revisión histórica del neutralismo de ambas coaliciones políticas argentinas
durante la guerra constituye un "case study" interesante para incorporar,
interdisciplinariamente, abordajes de la historia intelectual y política a los
enfoques de las relaciones internacionales.
El campo político pro-aliado y el neutralismo
El campo liberal pro-británico de los dirigentes políticos conservadores, y
también de la UCR, a pesar de las simpatías pro-aliadas de numerosos líderes
del principal partido de oposición, aceptaron la declaración de neutralidad
del presidente Ortiz sin ninguna reserva, conforme a la tradición neutralista
del país desde la Primera Guerra Mundial. En tal sentido, es significativa la
posición del editorial del diario liberal La Prensa 2 -diario independiente del
gobierno pero simpatizante de la causa de los países democráticos europeos-
al expresar que la neutralidad "para América es un deber, pero también un
indiscutible derecho digno de ser respetado y defendido". Un mes después, La
Prensa publicaba otro editorial, en el que intentaba diferenciar los efectos de
la neutralidad de Argentina ante la Primera Guerra Mundial de la actual,
afirmando que, a diferencia de la conmoción suscitada en la opinión pública
en 1914, en 1939, en cambio, se vivía una "juiciosa serenidad (...) que no es
indiferencia ni egoísmo". La razón era que en primer término se colocaba la
paz y el bienestar de los pueblos de América, los cuales efectivamente
lamentaban los hechos dolorosos europeos, "pero ya no los toman como
suyos", y si en 1914 "existía en nuestro medio una verdadera beligerancia",
hoy, en cambio, "hay una juiciosa neutralidad".3 La Prensa, a pesar de sus
simpatías pro-británicas, sólo pedirá la ruptura de relaciones diplomáticas
con el Eje recién el 28 de enero 1942, después de la entrada de EE.UU. a la
guerra y la presión norteamericana en la reunión panamericana de Río.
Por su parte, el neutralismo del gobierno argentino fue recibido por la
opinión pública liberal como una posición internacional común de no
involucramiento en la guerra europea, compartida por los países latinoame-
ricanos que, en la Primera Reunién Interamericana de Consulta en Panamá,
ratificaron la declaración sobre neutralidad en el conflicto bélico, exigiendo a
los beligerantes el respeto de la zona de seguridad de 300 millas mínimas en
torno al continente. La reacción de Argentina y Uruguay ante la Batalla del
Río de la Plata entre el acorazado alemán Admiral Graf Spee y los cruceros
británicos y neozelandés, en diciembre de 1939, simbolizó la neutralidad tal y
como la entendían sus gobiernos: la internación por decreto del gobierno
argentino de la tripulación y oficialidad del acorazado y la protesta conjunta
de los países americanos ante Gran Bretaña y Alemania por violación de
aguas territoriales, de acuerdo con la declaración de Panamá4. En el caso
argentino, no obstante, fue el propio gobierno -y no la opinión pública
democrática- que demandó enérgicamente la iniciativa de poner en práctica
la definición de neutralidad y protestar por la violación de la zona de
seguridad establecidas en la conferencia de Panamá.
El caso del Graf Spee impulsaría al gobierno de Ortiz a proponer a los
EE.UU., a partir de enero de 1940, una política más agresiva ante los
beligerantes que las meras protestas multilaterales recomendadas en la
conferencia panamericana para proteger los derechos de los neutrales. En
cambio, hasta la creación de la organización pro-aliada Acción Argentina en
junio de 1940 no se registró ninguna expresión pública de la sociedad civil en
favor de un cambio de la actitud neutralista formal. Sin embargo,
conmovidos por la ofensiva nazi en Europa Occidental, y en especial después
de la caída de París, un grupo de intelectuales y políticos de las clases
dirigentes conservadoras, junto a socialistas y radicales, expresarán sus
temores ante el avance del nazismo en el país. Figuras como Federico Pinedo,
Victoria Ocampo, Nicolas Repetto, Julio A. Noble y Emilio Ravignani
integraron la Junta Ejecutiva Central de Acción Argentina a fin de organizar a
la opinión pública, con el objeto de luchar más bien contra la infiltración nazi
en el país que para obligar al gobierno de Ortiz a cambiar su política
internacional. La primera proclama de Acción Argentina fue dada a conocer
en junio de 1940 y lograron organizar, en tres meses, cerca de 300 filiales en
todo el país. No obstante, la agitación callejera y la movilización de masas de
Acción Argentina recién se produciría bajo el gobierno de Castillo, cuando la
entidad pro-aliada organizara un multitudinario Cabildo Abierto, en mayo
de 1941, con la participación de 347 delegados de todo el país5.
Con todo, hasta el retiro de Ortiz por enfermedad y su reemplazo por el
vicepresidente Castillo --en julio, 1940-, la oposición Radical, que había
logrado por primera vez desde 1930 la mayoría en la Cámara de Diputados
(80 diputados contra 71 de la Concordancia y 5 Socialistas), actuará en el
Congreso en base a consideraciones de estricta política interior, sin tomar en
cuenta razones significativas de política internacional. Prueba de ello fue la
ausencia de toda propuesta de apoyo por parte de la Cámara de Diputados a
la proposición del canciller Cantilo sobre la revisión del concepto de
neutralidad, que éste elevó confidencialmente a los Estados Unidos el 19 de
abril de 1940, contra el trasfondo del incidente del Graf'Spee y una voluntad
de alinearse más comprometidamente con las fuerzas aliadas anti-Eje.
El arrollador avance alemán sobre Dinamarca y Noruega conmovió a la
opinión pública democrática, que percibía, simultáneamente, el avance de los
grupos pro-nazis en el país, mas no influyó lo suficiente para apoyar el
cambio de la política internacional del gobierno de Ortiz, quien había juzgado
la coyuntura como adecuada a los efectos de buscar el apoyo de los EE.UU.
Pero tampoco los mismos norteamericanos aceptaron el proyecto de
sustitución de la neutralidad por la no beligerancia que promovió el canciller
Cantilo para favorecer a los Aliados, y su iniciativa fue rechazada por
inoportuna, al decir del Subsecretario de Estado norteamericano Summer
Welles.
El desaire que significó el rechazo norteamericano de la propuesta de no
beligerancia de Cantilo debilitó la postura aliadófila del gobierno conformada
por Ortiz-Cantilo y reforzó el nacionalismo de la oposición, que rechazaba
todo pedido de ayuda yanqui restándole, así, el apoyo al gobierno de los más
poderosos grupos comerciales argentinos neutrales a ultranza.6 A pesar de
que la iniciativa fue concebida para fortalecer la posición internacional del
presidente, también propendía a obtener ayuda económica de los EE.UU.
para aliviar los difciles compromisos financieros de Argentina y ganar
plafond para paliar la crisis política del gabinete originada luego de la
intervención a la provincia de Buenos Aires, por lo cual la Unión Cívica
Radical hizo prevalecer sus consideraciones de política interna a sus simpatías
pro-aliadas. En efecto, la UCR no salió a defender en la Cámara de
Diputados la propuesta de no beligerancia, aun después de que los
conservadores y simpatizantes del Eje, como el senador Matías Sánchez
Sorondo, presidente de la Comisión de Relaciones Exteriores del Senado,
solicitara la comparecencia de Cantilo, quien explicó -el 16 de mayo de 1940,
ante el Senado- los fundamentos pro-Aliados de su iniciativa. Este primer test
de la oposición democrática parlamentaria es relevante para entender que su
apoyo a la causa aliada no iba más allá de declaraciones públicas a la prensa,
dejando morir iniciativas como la de Cantilo, cuya aceptación podría haber
cambiado la política interamericana argentina durante el curso de la Guerra
Mundial, máxime cuando Uruguay y Chile parecían estar de acuerdo con la
propuesta argentina, no obstante la confidencialidad de las consultas con los
EE. UU.7
Tampoco quisieron la UCR y la oposición democrática comprender la
iniciativa del jaqueado presidente Ortiz cuando presentó un anteproyecto al
Congreso para contrarrestar la propaganda de los grupos pro-Eje que
acusaban al canciller Cantilo y al sector pro-aliado del gobierno de "venderse
a los norteamericanos". El anteproyecto de Ley de Orden Público, que
proscribía cualquier conducta que no fuera neutral, suscitó entre los partidos
y la opinión pública democráticos el temor de caer en la trampa de las
facultades de represión del Poder Ejecutivo, negándose a ver los esfuerzos de
Ortiz por utilizar medidas legales para detener el avance en Argentina de
aquellas fuerzas no neutrales que favorecían al Eje. En este segundo test
parlmentario, los partidos democráticos se unieron a los conservadores para
lograr un consenso nacionalista y detener el giro del gobierno hacia una
posición pro-Estados Unidos.8
Luego del reemplazo de Ortiz por Castillo, como vice-Presidente de la
Nación en ejercicio del Poder Ejecutivo, el principal partido de oposición del
campo liberal -la UCR- exigirá cambiar la política neutralista del gobierno,
al que hasta entonces apoyaban por la línea regeneradora de Ortiz de poner
fin al fraude electoral, y, de tal modo, calculaban, quedaría expedito el
posible triunfo electoral de los Radicales. Sin embargo, este cambio de la
posición internacional de la UCR después del relevo de Ortiz en realidad
obedecía más a la oposición a Castillo por razones tácticas de enfrentamiento
con su política interna, que a consideraciones estratégicas de política
internacional.
A pesar de que la oposición estratégica a Castillo por razones de política
interior utilizaba un discurso aliadófilo, la UCR descartó toda posibilidad de
apoyar siquiera táctica y críticamente a los nuevos ministros pro-Aliados del
gobierno. En efecto, dentro del nuevo gabinete fueron designados ministros
anti-Eje, como Julio A. Roca, en la cartera de Relaciones Exteriores, y
Federico Pinedo, en Hacienda, ambos vinculados al general Justo y bien
dispuestos hacia los Estados Unidos. Empero, la oposición decidió denunciar
solamente las tendencias neutralistas a ultranza de Castillo acusándolo de
buscar apoyo sólo entre nacionalistas simpatizantes del Eje, tanto en el
Ejército como en los sectores conservadores anti-Radicales. A su vez, este
apoyo a Castillo de militares y civiles provenientes del nacionalismo fue
denunciado por las organizaciones pro-aliadas, como el Comité De Gaulle y
Acción Argentina, por supuestos contactos con agentes subversivos de países
del Eje en el territorio nacional.
Acaso el ejemplo más elocuente del comportamiento de la oposición
parlamentaria de la UCR, orientada por su táctica de política interna -y no
externa- para combatir a Castillo a fines de 1940, fue el rechazo de los
Radicales en el Congreso al Plan Pinedo de reactivación económica. En una
coyuntura en que los mercados cerealeros europeos para Argentina estaban
amenazados por la guerra, Pinedo creyó oportuno reorientar el comercio
argentino hacia los EE.UU., donde estaba seguro de obtener financiación
para las medidas proteccionistas que sugería en materia agropecuaria y
manufacturera. Esta reorientación en materia económica hacia los EE.UU.
suponía para Pinedo -y también para otros conservadores como Roca y el
mismo general Justo- un necesario rapprochement a las obligaciones
panamericanas de la política hemisférica de Washington, incluida la revisión
del neutralismo a ultranza. Sin embargo, la oposición Radical combatió sin
reservas el Plan Pinedo, tomando en consideración exclusivamente argu-
mentos anti-proteccionistas en nombre de los consumidores y agricultores.9
En la Cámara de Senadores, el Plan fue aprobado por los 17 votos de los
conservadores contra 3 de los Radicales. Empero, la UCR impidió que se
tratara la iniciativa en la Cámara de Diputados, que estaba bajo su control
absoluto. La ceguera de la oposición Radical también les impidió ver los
serios intentos de Pinedo de llegar a un "acuerdo patriótico" con la UCR, el
cual permitiría la eliminación del fraude electoral y el eventual triunfo de un
gobierno radical.10
Las fuerzas democráticas, liberales y de izquierda pro-aliadas utilizarán el
teatro de la Guerra Mundial como escenario para intentar legitimar su
oposición política interna al gobierno de Castillo impostando un dramático
discurso ideológico antinazi a escala de la política internacional. Los cambios
de gabinete, en enero de 1941, favorecieron esa importación discursiva. En
efecto, la renuncia del ala pro-americana del gabinete, en desacuerdo con la
posición neutralista de Castillo, dejó expedito el camino para arrojar al
vicepresidente conservador en brazos de sus apoyos nacionalistas y
simpatizantes del Eje: el ejemplo más flagrante fue el reemplazo de Julio A.
Roca por Enrique Ruiz Guiñazú. A partir de entonces, el gobierno volverá a
legitimar la técnica del fraude electoral y reprimirá la oposición, que
estrechará filas para combatir la política interior de Castillo denunciándola
como si fuere consecuencia de su política internacional. Dos acontecimientos
de la Guerra Mundial favorecerán este giro: la invasión alemana a la URSS
(junio, 1941) y el ataque japonés a Pearl Harbor (diciembre, 1941).
Después de junio, 1941, la coalición opositoria del campo liberal, la
izquierda parlamentaria socialista y las fuerzas extra-parlamentarias en torno
al proscripto Partido Comunista empezaron a utilizar la crítica al neutralismo
como un arma de lucha discursiva contra el gobierno de Castillo. Pocas
semanas antes de la invasión alemana a la URSS, esta coalición pudo medir
sus fuerzas en el Cabildo Abierto que organizó Acción Argentina en el
Consejo Deliberante de la ciudad de Buenos Aires (22 de mayo, 1941) para
denunciar el nazismo y sus adláteres en el país, adhiriendo a la causa aliada.
Participaron desde el líder radical Marcelo T. de Alvear, dirigentes Socialistas
y Demócrata Progresistas, hasta el ex canciller Cantilo.
Finalmente, la entrada de EE.UU. a la guerra y la Conferencia de Consulta
en Río de Janeiro marcaron un giro total de la coalición opositora pro-aliada
para combatir la política de represión interna de Castillo, invocando
premeditadamente consideraciones de política internacional. El esbozo de
lo que habría de ser la futura Unión Democrática hará su debut con la táctica
del Comintern de apoyar a los partidos burgueses pro-anglosajones para
combatir el totalitarismo nazi-fascista. Este frente opositor, simultáneamente
anti-nazi y anti-Castillo, logrará la movilización popular de amplios sectores
políticos del liberalismo, el socialismo y el conservadurismo, que rehabilitarán
a las fuerzas simpatizantes del proscripto Partido Comunista, mientras los
Radicales se sumarán a fines de 1942.
La polarización de fuerzas democráticas pro-aliadas vs. nacionalistas
neutralistas, a pesar de que cada una de ellas utilizaba discursos y slogans
tomados de la Guerra Mundial, reprodujo a ojos de ambos campos
adversarios la línea divisoria que los enfrentaba en el escenario político
interno argentino. Si los nacionalistas del ejército y los civiles veían en
organizaciones civiles como Acción Argentina y Junta de la Victoria el
espectro del surgimiento de un peligroso Frente Popular, orientado por los
comunistas, al que creían capaz de tomar el poder como en la Europa pre-
bélica, por su parte, los demócratas pro-Aliados veían al gobierno de Castillo
como el espectro de un gobierno títere de los sectores pro-Nazis.11
No es casual que los Radicales sí buscaran denunciar a las figuras más filo-
nazis de apoyo a Castillo, sea a Ruiz Guiñazú en el gabinete, o a generales
como Ramírez o Pertine, y no obstante fingían ignorar que también Castillo
evitaba irritar en materia internacional a sus apoyos políticos internos entre
los antipersonalistas y conservadores pro-británicos que convalidaban el
fraude electoral12. Si durante el gobierno de Ortiz la oposición Radical y
Socialista se abstuvo de utilizar laliza parlamentaria para combatir el
neutralismo del gobierno, en contraste, a partir de junio, 1941, el bloque
opositor democrático utilizará el Congreso como escenario principal de su
lucha contra el gobierno de Castillo atacando los flancos débiles de su política
internacional.
Un ejemplo de ello fue el oportunismo con que la oposición reflotó en junio
de 1941 la investigación parlamentaria de actividades nazis en el país. Desde
hacía dos años (junio, 1939), la Comisión de Asuntos Constitucionales de la
Cámara de Diputados tenía a su cargo la investigación de las actividades
ilícitas de organizaciones genéricamente llamadas antiargentinas, después de
que no prosperaran, en 1938, los proyectos de los diputados Dickmann,
Damonte Taborda, Araujo, Pinto y Anastasi, que propusieron la investiga-
ción de actividades pro-Nazis en Argentina. Pero, a pesar que desde marzo de
1940 la oposición Radical tuvo mayoría en la Cámara de Diputados, recién en
junio, 1941, la UCR decidió reactivar esa investigación con el pretexto de la
inoperancia de la Comisión de Negocios Constitucionales.
La nueva Comisión Investigadora de Actividades Antiargentinas se
constituyó el 20 de junio, recibiendo numerosas denuncias. Fue presidida
por el radical Raúl Damonte Taborda y, en una etapa posterior, sería
encabezada por el socialista Juan A. Solar¡. La publicación de los informes de
la Comisión, con sus revelaciones sensacionales que comprometían a
organizaciones sociales, educativas, políticas y diplomáticas alemanas
(aunque no comprobó actividades de espionaje pro-Eje), implicó también a
grupos y periódicos nacionalistas, desprestigiando a Castillo, quien hizo caso
omiso de sus conclusiones.13
Luego del ataque japonés a la base de Estados Unidos en Pearl Harbor
(7 diciembre, 1941), la opinión pública pro-aliada exigirá un cambio de
posición internacional de la Argentina, aleccionada por la declaración de
guerra al Eje por parte de nueve estados de América Central y el Caribe y la
ruptura de relaciones diplomáticas por parte de México, Colombia y
Venezuela. El gobierno de Castillo, junto con Bolivia, Chile y Uruguay,
concedieron a Estados Unidos el status de no beligerante. En el orden
interno, coincidiendo los acontecimientos del curso de la guerra, la opinión
pública argentina se sintió sacudida por el fraude electoral en las provincias
de San Juan y Buenos Aires. La oposición organizó movilizaciones públicas
para adherir a la causa aliada y solidarizarse con los EE.UU., a la par que
criticaba al gobierno por el fraude electoral gracias al cual consagró
gobernador de la provincia de Buenos Aires al conservador Rodolfo Moreno.
En esas circunstancias, Castillo decretó el estado de sitio (17 de diciembre,
1941), con el ostensible propósito de reprimir la oposición y salvaguardar la
política de neutralidad. A partir de ese momento, el gobierno utilizaría con
frecuencia el estado de sitio para reprimir manifestaciones y actos de las
organizaciones pro-aliadas.
Pocos días después de la medida, se prohibió un mitin público que
organizaba Acción Argentina en homenaje al presidente Roosevelt. Esa
disposición fue acompañada por la suspensión de otros actos pro-Aliados y la
prohibición de difundir "rumores", artículos o comentarios críticos de la
política exterior del gobierno, que afectasen la neutralidad.14 En consecuen-
cia, la oposición replicaría que Castillo utilizaba el pretexto de la censura de
prensa sobre política exterior con el designio de acallar las críticas a la política
interna que legitimaba el fraude electoral de su régimen.15
Durante 1942, varias organizaciones pro-aliadas de la sociedad civil
argentina exigían del gobierno el abandono del neutralismo mediante
paquetes de resoluciones que criticaban la gestión interna de Castillo. Así,
el 111 Congreso de la Federación Universitaria Argentina reclamaba la
ruptura de las relaciones con los gobiernos del Eje, al igual que el Consejo
Central Confederal de la CGT.16
En respuesta, el gobierno endureció sus vínculos con la oposición negando
permisos para realizar actos de solidaridad con los Aliados, especialmente a
favor de la URSS, prohibiendo las organizaciones colaterales del proscripto
Partido Comunista. Según fuentes policiales, durante 1942 se prohibieron 257
actos políticos de la oposición y se clausuraron centros considerados
antidemocráticos, incluidos algunos comunistas junto con unos pocos pro-
Nazis (p.158).17
La UCR utilizará la mayoría en la Cámara de Diputados para exigir el
levantamiento del estado de sitio, mientras que la Cámara de Senadores
aprobaba sucesivas prolongaciones del mismo. El recrudecimiento de las
tensiones entre los Estados Unidos y el gobierno de Castillo, luego de la
reunión de consulta en Río, llegará en los primeros meses de enero, 1942, a un
serio deterioro en las negociaciones por la posición neutralista a ultranza de
Argentina. Ruiz Guiñazú expresaba en marzo de 1942 al embajador británico
en Buenos Aires que la Argentina seguiría neutral y no se vería afectada si
ganaba Alemania la guerra, y que confiaba en suscitar bloques subregionales
en América Latina para ejercer el liderazgo.18 La UCR decidió en junio de
1942 solicitar informes al canciller sobre la política exterior y votó su
solidaridad con México, que había declarado la guerra al Eje ese mes. En julio
la Cámara de Diputados censuró al canciller Ruiz Guiñazú por el
incumplimiento de los compromisos asumidos por el país en Río de Janeiro.
En su respuesta, el canciller expresó que EE.UU. estaba tratando de dominar
el continente y reiteró la normalidad de las relaciones que unían a la
República con los países del Eje. A mediados de julio, los diputados radicales
Damonte Taborda y Silvano Santander renunciaron a la Comisión
Investigadora de Actividades Anti-Argentinas, denunciando ante el gobierno
que la misma enfrentaba dificultades y trabas para actuar.
Tras la declaración de guerra al Eje por parte de Brasil recrudeció la
agitación del campo pro-aliado en Argentina. Al tiempo que denunciaba a
Castillo por el acuerdo comercial que firmó el gobierno en agosto con la
España de Franco, un país neutral pero notoriamente inclinado hacia el Eje,
el campo pro-aliado publicaba informes de la Comisión de Actividades Anti-
Argentinas sobre el presunto espionaje de los agregados naval y cultural de la
embajada alemana, y denunciaba que José Ignacio Ramos, agregado de
prensa de la embajada de España, participaba en un comité pro-Eje que
contralaba la actividad totalitaria desde Buenos Aires19. El 10 de septiembre
la UCR había decidido apoyar la ruptura de relaciones con el Eje, y el 29 de
setiembre, por iniciativa de radicales y socialistas, la Cámara de Diputados
expresó su apoyo a los compromisos asumidos en Río y pidió la ruptura
inmediata de relaciones con el Eje. El resultado fue 67 votos a favor de la
ruptura y 64 en contra. El Senado se negó a debatir la cuestión. El presidente
Castillo, al recibir la comunicación de la Cámara de Diputados, simplemente
"tomó nota" y manifestó al presidente de la Cámara que "la conducción
efectiva de las relaciones exteriores de la República compete al Poder
Ejecutivo".20
A pesar de que el ala sabattinista de Córdoba y los hombres de FORJA
guardaron una posición yrigoyenista neutralista, hubo dentro de la UCR
figuras yrigoyenistas -como Moisés Lebenson y otros precursores del
Movimiento de Intransigencia y Renovación- que adoptaran una postura
pro-aliada. En el ideario de Lebenson influyó la democracia de Roosevelt y el
desprecio al nazismo. En 1942, escribía Lebenson apasionadamente: "Desde
aquí seguimos, con el corazón anhelante, los avances y retrocesos de este
nuevo mundo que rubrican con sus vidas los hombres y jóvenes de la libre
Gran Bretaña, de la heorica Unión Soviética, de los potentes EE.UU. y de la
legendaria China". Sin embargo, ya en 1944, cuando la victoria de los Aliados
estaba casi definida, Lebenson condicionaba su apoyo a la causa aliada, no a
sus regímenes imperiales, pero sin retornar a la tradicional concepción
yrigoyenista neutralista, compartida por FORJA, y declaraba: "Definimos
nuestra fervorosa adhesión a la causa de las Naciones Unidas, de cuya
victoria depende la perduración de la que liberamos. Estamos con el pueblo
de EE.UU., pero no con Wall Street y sus proyecciones imperialistas; con el
de Gran Bretaña, mas contra la City".21
El campo intelectual liberal y el neutralismo
Algunas figuras del campo intelectual liberal argentino simpatizantes de los
Aliados también sostenían una postura neutralista. Una muestra representa-
tiva de esta posición, hasta la caída de París, la componen miembros
destacados del grupo SUR. Un ejemplo paradigmático fue el poeta Oliverio
Girondo. Este irreverente esteta, desacralizador del arte, la religión y las
costumbres, que acompañó desde sus inicios a las vanguardias literarias
despolitizadas de los '20, no obstante, a partir de 1937, irá adoptando
posiciones en pro de un aislacionismo de Argentina respecto de los conflictos
europeos y a favor de una posición nacionalista latinoamericana. En 1940,
Oliverio Girondo escribió un opúsculo, luego de la caída de París -Nuestra
actitud ante el desastre"-, donde reclamaba de los argentinos "apartarse de
Europa", y aprovechar "las circunstancias propicias" de la contienda "para
resolver nuestros problemas y enfrentarnos, de una manera auténtica, con
nuestra realidad". Los problemas a que aludía Girondo no eran poéticos sino
políticos y económicos, tales como la dependencia argentina de los centros
hegemónicos europeos. Y si se alarmaba ante la penetración nazi, que fue
denunciada por sus amigos democráticos en el país, advertía, además, de la
necesidad de denunciar a todos -y no sólo a uno- de los centros hegemónicos
europeos en Argentina:
"No basta, por lo tanto, denunciar la existencia de la
organización nazi entre nosotros, ni delatar los peligros muy
reales que ella entraña. Hay que eludir toda solución
fragmentaria y convencernos de que el momento es tan grave
que no permite ningún escamoteo. Hay que comprender, sobre
todo, que no existe otra manera de combatirla, ni de aunar la
opinión pública del país, que indicarle que ha llegado el
momento de liberarnos, de una vez por todas, de la opresión
económica, casi secular, que nos asfixia".
Coincidiendo con escritores anti-imperialistas del campo nacional como
Raúl Scalabrini Ortiz, ex colaborador de Martín Fierro y miembro de FORJA
el poeta vanguardista proponía la nacionalización de las empresas de
ferrocariles, yacimientos petróliferos y una parte del intercambio nacional22.
Otro intelectual liberal, pero sin vínculos personales con el campo de
FORJA, y colaborador de SUR y del Colegio Libre de Estudios Superiores
fue el historiador José Luis Romero, cuyas vacilaciones y reservas ante una
alianza pro-aliada fueron muy significativas para comprender una posición
cercana al neutralismo hasta Pearl Harbor. La serie de artículos que Romero
escribió en el órgano del campo aliadófilo, Argentina Libre, entre 1939 y 1941,
revelan a un demócrata que se debatía por vislumbrar con claridad una
situación internacional que lejos estaba de aparecer dividida en una tajante
dicotomía hegemónica que oponía, por un lado, el totalitarismo del Eje y, por
el otro, a las potencias aliadas democráticas. A diferencia de los intelectuales
de la revista SUR, Romero reflexionaba, inmediatamente después de la caída
de París, no en términos de una inminente amenaza ideológica y militar
imperialista del nazismo -al que condenaba en términos éticos y culturales-,
sino que ensayaba una evaluación de los riesgos hegemónicos de los dos
bloques imperiales en beligerancia; el 27 de junio de 1940 escribía:
"El régimen nazi recoge la más tristes de las supremacías; y las
reticencias con que algunos nos adherimos a la causa de los
aliados se deben a la debilidad con que la han defendido los
hijos de quienes la conquistaron y afirmaron mediante las
formas jurídicas de la democracia".23
Y, reiterando la tesis de los dos imperialismos que sostenía contempo-
ráneamente la izquierda del campo neutralista, compañeros de ruta de los
comunistas, Romero afirmaba:
"El escritor americano, que repudia toda coacción a la libertad
individual, debe acostumbrarse a repudiar también con igual
energía los atentados contra la libertad de su país y de los países
americanos. En tal sentido, la política imperialista debe ser
condenada donde se la encuentre, y debemos confesar que se la
encuentra en ambos bandos: más blanda e insidiosa en uno, más
fuerte y prepotente en otro".24
La adhesión a la causa aliada, pues, era para Romero, a fines de 1940, la
opción por una "coacción menos dura": bregaba por una asociación de tipo
federativa de naciones americanas que respondiera a la necesidad geopolítica
de enfrentar la constitución de estructuras imperiales europeas, según la
tradición bolivariana, que el historiador filiaba en la Liga Aquea de la Grecia
antigua. Esta posición geopolítica, y no ideológica, también lo diferenciará a
Romero de otros liberales del grupo SUR, aun después de la invasión nazi a
la URSS. En julio de 1941 Romero insistía en pensar los riesgos que creaba la
guerra europea en términos económicos y políticos, y no ideológicos. De ahí
que la alineación con los países aliados constituía una elección geopolítica
para competir más eficazmente con los imperios ya formados, o en
formación, luego de la posguerra, pero en condiciones de evitar la
dominación:
"Para los países americanos, unidos por intereses y tendencias
comunes y, sobretodo, por la fuerza geográfica del continente,
no hay más política posible que la de una alianza continental,
cuya fuerza pueda equilibrar la de las grandes masas políticas en
formación o en reajuste, sin descontar el eventual auxilio de
potencias solidarias -en este caso los Estados Unidos- cuya
ayuda debe ser aceptada en condiciones tales que no pueda
convertirse en una nueva dominación: sólo la alianza con-
tinental puede tratar de igual a igual con la gran potencia del
Norte, y sólo el gran bloque continental podrá oponerse a los
grandes bloques que resulten de esta contienda".25
En vísperas del ingreso de los EE.UU. a la guerra, no aparecían
argumentaciones ideológicas anti-nazis en el discurso geopolítico de Romero
para fundamentar el sistema de alianzas de los países latinoamericanos.
Países como Argentina,
"( ...) impotentes para afrontar por sí solos la lucha contra los
grandes bloques económicos-políticos, no tenían otra solución
positiva que la constitución de alianzas útiles, sólidas y basadas
en principios de interés común entre sus miembros".26
El campo de la izquierda comunista no sólo adhirió a la posición
neutralista, sino que además criticaba a ambos contendientes enfrentados
en la Guerra Mundial acusándolos de potencias imperialistas, en especial al
imperialismo anglosajón. Esta posición política filiada en el pacto Molotov-
Ribbentrop, firmado en agosto de 1939, concluiría en junio, 1941, con la
invasión nazi a la URSS, abrazando el campo político comunista
incondicionalmente la causa aliada. La actitud de la mayoría de los
intelectuales comunistas fue la de escribir contra el fascismo y, al mismo
tiempo, criticar ideológicamente al campo aliado. Durante la vigencia del
pacto de no agresión Molotov-Ribbentrop, algunos intelectuales comunistas
escribían en publicaciones nacionalistas cercanas a FORJA, como el diario
Reconquista, dirigido por Raúl Scalabrini Ortiz, y donde escribían
nacionalistas católicos como Manuel Gálvez y Ernesto Palacio, junto a
comunistas como los escritores Alvaro Yunque y Raúl Larra.27
La invasión alemana a la URSS pondrá fin al neutralismo de los militantes
e intelectuales comunistas argentinos, quienes, siguiendo las directivas del
Partido Comunista, hallaron compatible el neutralismo con la posición
táctica del pacto de no agresión firmado por Stalin y Ribbentrop en agosto de
1939. En cambio, esos mismos intelectuales que silenciaron toda crítica al
neutralismo, calificando la guerra como una lucha inter-imperialista hasta la
invasión nazi a la URSS, después de junio, 1941, encabezarán la exigencia
ideológica ante Castillo de alineación de Argentina junto a los Aliados
democráticos y progresistas para combatir el nazi-fascismo reaccionario.28
El campo político del nacionalismo y el neutralismo argentino
El campo nacionalista recién ha de influir a nivel de las decisiones
gubernamentales en materia de política internacional durante el segundo
período del gobierno de Castillo, a principios de 1941, y no antes. Tal como
sostiene David Rock, algunos nacionalistas fueron reprimidos bajo Ortiz,
como el editor de Crisol, Oses, y aunque éste reemplazó su periódico
clausurado con El Pampero, que se transformó en el principal vocero del
nazismo en Argentina, su tirada y alcance eran limitados. Los hermanos
Irazusta y Ernesto Palacio combatieron al gobierno de Ortiz, en tanto que
otros, como Carulla, se pasaron al campo liberal pro-aliado.29
Si la posición de los nacionalistas se sintió estimulada por la conquista
alemana de Europa Occidental, en cambio esa victoria ayudó a convencerlos
más de la necesidad del neutralismo que la de transformarse en epígonos
locales del nazismo. Roberto de Laferrere es el caso más interesante para
estudiar el pasaje de un nacionalista francófilo a un nacionalista neutralista,
que, al mismo tiempo que odiaba al comunismno, se oponía al imperialismo
británico y resistía la inmigración judía, pero tampoco aceptaba ningún tipo
de vínculo con los grupos nazis: "Hoy nuestros peores enemigos son los
ingleses y los judíos. Mañana podrían ser los Yankees y los alemanes",
sostenía en febrero, 1941.30
Sin embargo, esa influencia fue mucho menor de lo que se admite. Mucho
más importante fue el acercamiento de Manuel Fresco a la política neutralista
de Castillo, a pesar de que los nacionalistas lo consideraban un populista
conservador, y varios miembros del Partido Conservador lo acusaban de
fascista. Desde la Unión Nacional Argentina Patria, fundada en 1941, Fresco
empezó a bregar por la neutralidad al tiempo que adhería a las ideas
corporativas obreras fascistas, componentes principales del discurso político
de su periódico Cabildo durante 1942. Sin embargo, el enfrentamiento de
Fresco con el ala mayoritaria del Partido Conservador impidió que influyera
decididamente sobre el gobierno de Castillo. En 1943 la Unión Nacional
Argentina Patria se unirá a la principal organización nacionalista, la Alianza
de la Juventud Nacionalista, liderada por el general Juan Bautista Molina,
quien poco tiempo después sería expulsado de la Alianza, precisamente por
haberse aliado con Fresco.31 Previamente Molina había fracasado en su
intento de inscribir como partido político al Consejo Superior del
Nacionalismo Argentino en 1941, un esfuerzo fallido de agrupar a todas las
organizaciones nacionalistas con miras a las elecciones de 1943.32 Pero ni el
populismo fascista de Fresco ni el nacionalismo radical y movilizador de la
Alianza, con sus ideas de justicia social, consiguieron influir sobre el delicado
equilibrio de fuerzas del gobierno conservador de Castillo.
Intelectualmente, ninguno de los grupos nacionalistas más politizados
influyó en el neutralismo a ultranza del gobierno de Castillo. Por el contrario,
Nuevo Orden, órgano del nacionalismo republicano dirigido por Ernesto
Palacio y donde escribían los hermanos Irazusta, atacó el continuismo del
régimen conservador a través del gobierno de Castillo, aun cuando
diferenciaban la política internacional neutralista de Castillo, que compartían
por motivos distintos a los suyos. También la derecha no republicana y pro-
golpista de Nueva Política, dirigida por Marcelo Sánchez Sorondo y Federico
Ibarguren, entre 1940-1943 combatía al régimen conservador, aunque
coincidía por sus propias razones con el neutralismo de Castillo.
Un eco de este enfrentamiento tuvo lugar a principios de octubre: una
delegación de oficiales presentó un ultimátum a Castillo exigiendo, entre otras
demandas, la disolución del Consejo Deliberante, el retiro del general Justo
de la actividad política, la declaración del estado de sitio y el mantenimiento
de la neutralidad. Castillo aceptaría varias de estas demandas. En cambio, fue
en mérito del neutralismo de Castillo que ciertos grupos nacionalistas
doctrinarios y grupos filo-fascistas le dispensaran su apoyo, silenciando las
críticas al régimen conservador en materia política y económica interna. Por
su parte, Castillo utilizó hábilmente ese apoyo del nacionalismo neutralista
fllofascista, tanto entre sectores civiles como oficiales del Ejército, para
resistir los embates de la oposición interna del frente democrático, así como
las presiones norteamericanas, al tiempo que evitaba irritar a sectores
importantes neutralistas -pero pro-Aliados- del Partido Conservador.
El campo del nacionalismo que apoyaba a Castillo, por su parte, hizo
circular un documento titulado "Plebiscito por la Paz", que, según los
responsables de la iniciativa, obtuvo cerca de un millón de adhesiones
firmadas. Acosado por la oposición interna y sometido a presiones cada vez
más fuertes de los Estados Unidos, Castillo buscó reforzar sus apoyos
nacionalistas no sólo en el seno de políticos conservadores pro-Eje como
Manuel Fresco, y nacionalistas como José Luis Torres, y agrupaciones del
tipo de Afirmación Argentina, sino también en el ejército de generales fuera
de la influencia del General Justo, como el Gral. Pedro P. Ramírez, que
reemplazó, en noviembre de 1942, al general Tonazzi, ministro de Guerra
adicto a la línea de Justo.33 Simultáneamente, la policía aplicaba restricciones
a la libertad de prensa contra diarios pro-Aliados como Crítica y Argentina
Libre, prohibiendo, además, a los diarios publicar información sobre la labor
de la Comisión de Actividades Anti-Argentinas de la Cámara de Diputados y
ordenando la detención de los líderes del Partido Comunista.
La oposición pro-aliada buscaba desenmascarar el apoyo a Castillo de estos
grupos filonazis haciendo creer en su discurso propagandístico anti-nazi y
rupturista que el gobierno apañaba una decidida política pro-Eje, con el
designio de desacreditar su política interna y utilizando, para tal fin, la
política neutralista a ultranza del gobierno.
Sin embargo, los conservadores no se engañaban de las denuncias de la
oposición democrática. El neutralismo de Castillo, más bien, halló amplio
apoyo político en el seno mismo del Partido Demócrata Nacional, no por
coincidir con las ideas del Eje sino por representar los intereses de
invernaderos y ganaderos pro-británicos que estaban interesados en
garantizar el flujo de sus exportaciones a Gran Bretaña. En mayo de 1942,
Miguel Angel Cárcano, embajador argentino en Londres, explicaba al
canciller Anthony Eden la neutralidad argentina con el argumento de que la
eventual entrada en la guerra, o la ruptura con el Eje, dificultaría la
navegación de buques argentinos a Gran Bretaña, por tanto la neutralidad
era una política lógica para la Argentina y provechosa para Gran Bretaña.
No obstante, en un informe confidencial al canciller argentino, expresaba el
embajador en Londres su preocupación por la desconfianza británica ante el
estricto neutralismo argentino. Ruiz Guiñazú, por su parte, le replicó que el
gobierno argentino no trataba como beligerante a Gran Bretaña, le ofrecía
combustible y puertos, le vendía a crédito, sin intereses ni plazos, y hacía
donación de alimentos y ropas, amén de recordarle a Cárcano que había
procurado hacer gestiones de protección a los prisioneros aliados en el
Extremo Oriente.34 Ambos diplomáticos, entonces, no podían conocer la
documentación del departamento latinoamericano del Foreign Office para ese
mismo año 1942, en la que se explicaba con total claridad la política de
tolerancia de Gran Bretaña hacia la neutralidad argentina.
El jefe de ese departamento del Foreign Office, Victor Perowne, escribió un
documento interno muy significativo, en el que discrepaba lúcidamente con la
política de sanciones aplicada por los EE.UU. contra la Argentina,
denunciaba de injusta la discriminación que sufría el país respecto de otros
países neutrales que mantenían relaciones con los alemanes y ponía en duda
que los intereses de defensa hemisféricos se hubieran visto afectados de modo
indirecto y adverso por el supuesto accionar del servicio de espionaje alemán.
Mas eran, básicamente, argumentos económicos los que prevalecían en su
tolerancia hacia la neutralidad argentina:
"Aun cuando la política de neutralidad nos hubiese causado un
grave daño directo, no nos hallamos en posición de aplicar
ninguna sanción eficaz contra la Argentina. No sólo estamos
obligados actualmente para con ella por las grandes provisiones
de carne (...) y otras materias primas, sino que hay que tener en
cuenta nuestros vastos intereses en Argentina, como así también
la esperanza que tenemos en exportar nuestros bienes manu-
facturados a ese país y ayudarle en su desarrollo posterior en el
período de posguerra ...".35
A diferencia de la propaganda antiargentina de los EE.UU. basada en la
quinta columna nazi, los británicos pusieron el acento en los beneficios
económicos y políticos de orden interno argentino para explicar la tenaz
posición neutralista de los gobiernos conservadores.36 Por su parte, durante la
faz expansiva de la guerra, algunos documentos alemanes también aluden a
promesas de compensación económica que recibirían Argentina y los otros
países latinoamericanos por su política neutral, basadas en el inmenso
potencial abierto para sus productos en la Europa de posguerra tras la
victoria del Eje.37
Las simpatías ideológicas de algunos grupos nacionalistas hacia la
Alemania nazi pesaban mucho menos que las consideraciones económicas y
estratégicas de la Cancillería alemana para diseñar su política exterior
respecto a la Argentina de los gobiernos conservadores. Algunos histo-
riadores han citado de la documentación alemana los elogios para el gobierno
de Castillo después de su enfrentamiento a las presiones de EE.UU. para
terminar con el neutralismo en la Conferencia de Río, en enero 1942. Castillo
se habría transformado, para el embajador alemán en Buenos Aires, en el
"único hombre de confianza del Tercer Reich, y pedía a Berlín amplio apoyo,
sin presentarlo como simpatizante del nacionalsocialismo; incluso se cita la
partida de 150.000 marcos como donación secreta para la campaña electoral
de renovación de la Cámara de Diputados y las elecciones en Capital Federal
y en varias provincias, de marzo 1942, en las que la Concordancia obtuvo
resultados inesperadamente favorables en el Congreso y ganó en varias
provincias.38
Sin embargo, casi no se conoce la reacción alemana inmediatamente
después que la Cancillería alemana percibió la posibilidad de perder a los dos
únicos países neutrales que resistían, con creciente dificultad, a las presiones
norteamericanas. En efecto, Berlín empezó a amenazar incluso con la fuerza
para disuadir a Chile y Argentina de seguir el ejemplo del bloque de países
que rompieron relaciones diplomáticas. Argentina solicitaba seguridades y
garantías alemanas para continuar con su política neutral en una coyuntura
de inmensas presiones anglo-americanas. Pero, en julio 1942, Ribbentrop
creyó oportuno dejar de lado las seguridades y promesas económicas
ofrecidas como compensación al neutralismo argentino y chileno y oponer
a la presión de los EE.UU. sobre esos países también una contrapresión
alemana, que incluía la amenaza disuasiva del uso de la agresión armada.39
Bien poco le valieron a Alemania esas amenazas, puesto que, en enero 1943,
Chile romperá relaciones diplomáticas con el Eje y Argentina lo hará un año
después. En esa coyuntura, difícilmente se pueda atribuir al neutralismo de
Castillo una filiación ideológica y política con la Alemania nazi. Tal como lo
caracterizaba Ribbentrop en sus instrucciones a la embajada de Buenos Aires,
los países latinoamericanos eran "naciones débiles" y, por consiguiente,
debían ser tratados con mano dura para obligarlos a no abandonar la
neutralidad.
Pero quizá el testimonio ofrecido por los artículos en Nuevo Orden, desde
mediados de 1941 hasta fines de 1942, sea la más importante fuente del campo
nacionalista para desmistificar la verdadera índole del neutralismo del
gobierno de Castillo y conocer el deslinde político entre los móviles de los
sectores conservadores neutralistas pro-británicos y el de los neutralistas filo-
fascistas que apoyaron al gobierno.
En junio de 1941 Ernesto Palacio denunciaba la trampa de Castillo tendida
a los nacionalistas que se entusiasmaban con el neutralismo para ganar su
apoyo, olvidando la verdadera naturaleza socio-económica y política del
régimen conservador:
"Lejos de constituir una esperanza para nuestro movimiento
(porque la neutralidad no es más que un episodio y queda por
ver dónde irá a parar en caso de una decisiva presión yanqui), el
doctor Castillo no es más que un gobernante del Régimen, cuyo
espíritu encarna a la perfección (...) Como el nacionalismo -se
pensaba- no puede llegar al gobierno, esperamos en la acción de
algún nacionalista `tapado' que se encarame por medio de los
partidos y que después rompa con ellos y nos llame a nosotros.
Así, algunos nacionalistas de entonces empezaron creyendo en
Justo, luego se desengañaron y creyeron en Roca; después
creyeron en Martínez de Hoz; después en Fresco. Ahora le toca
el turno al doctor Castillo. Es hora de acabar con estas
ilusiones".40
Meses después, Ernesto Palacio denunciaba, desde una posición naciona-
lista republicana, el cercenamiento de las libertades civiles, en particular la
libertad de prensa y de reunión, la censura ideológica y la represión a la
oposición del gobierno de Castillo. Palacio criticaba, en diciembre de 1941, lo
que caracterizaba de "crisis de la ciudadanía" por el apoyo oportunista de los
grupos nacionalistas filofascistas a Castillo debido a la posición neutralista
del gobierno y por su política represiva a las libertades públicas. Incluso
denunció el apoyo de grupos nacionalistas a la prohibición del gobierno de
realizar actos públicos a Acción Argentina, que atacaba el neutralismo de
Castillo y acusaba indiscriminadamente de agentes nazis a los nacionalistas:
"Si se postula que la libertad de opinar lesiona al gobierno,
queda suprimida de hecho toda posibilidad de oposición; es la
fórmula misma de la tiranía. Si, en cambio, se acepta el control
de la opinión pública para los actos gubernativos, es absurdo
limitar la libertad de crítica, precisamente en materia de política
internacional...".41
Rodolfo Irazusta había denunciado, en agosto de 1941, el apoyo
oportunista al "gobierno fuerte" de Castillo por parte de demoliberales
conservadores y de nacionalistas doctrinarios seducidos por el neutralismo
gubernamental y, especialmente, por las medidas represivas del ministro del
Interior, Culaciati, contra el derecho de reunión y los atropellos de la
comisión investigadora parlamentaria contra los derechos de los extra-
njeros.42 En marzo, 1942, Irazusta volverá a criticar el entusiasmo de grupos
nacionalistas que veían confirmadas sus esperanzas de compartimiento del
poder a través de alentar el neutralismo del gobierno:
"Todo esto se explica por las satisfacciones que da continua-
mente el actual gobierno a los filofascistas, con sus constantes
ataques a las libertades ciudadanas. La coincidencia de éstos
con los más crudos liberales, en todo lo que toca a las libertades
populares, es perfecta. De ahí esa atracción simpática que los
une y se manifiesta en el común designio de impedir las
manifestaciones de la voluntad popular (...) Tales actitudes son
de una responsabilidad tal, que pueden equipararse a la
estupidez con que los políticos radicales asocian su causa
interna a la batalla de los anglo-sajones por el dominio del
mundo. El país está cada día más entregado a las fuerzas del
capitalismo extranjero, con la complicidad de todos los partidos
políticos, y también con los que hacen la farsa de ser enemigos
de los partidos y que se complican abiertamente con el
régimen ...".43
A fines de abril de 1942, cuando grupos nacionalistas apoyaban con mucho
entusiasmo la resistencia de Castillo a las presiones de los EE.UU. para
aceptar las recomendaciones de la Conferencia Panamericana de Río,
Rodolfo Irazusta denunciaba que el neutralismo era una maniobra de la
diplomacia británica para garantizar sus intereses frente al avance de los
EE.UU. en el hemisferio:
"Nuestra situación de país explotado no ha sufrido la más leve
modificación en los dos años que van de la guerra (...) seguimos
pagando la guerra inglesa (...) Los ingleses de ultramar siguen
siendo tan hábiles políticos como antes, aunque la estrategia de
los directores del Imperio vaya de fracaso en fracaso. No se les
oculta que las pretensiones yanquis pueden ser grandemente
perjudiciales a la economía argentina, que les rinde pingue
tributo, de ahí su oposición a que entremos a participar en los
gastos de la empresa roosevelteana...".44
Según la interpretación de Irazusta, pues, el neutralismo de Castillo, lejos
de tratarse de la imposición del ala germanófila de los conservadores y del
nacionalismo pro-fascista que habría desalojado a los grupos pro-Aliados,
resultó ser la transacción política entre ambos grupos germanófilos y pro-
británicos en el gobierno y en el Ejército. El neutralismo de los conservadores
pro-Aliados se filiaba en la tradicional política pro-británica y, si resistía la
presión norteamericana, no era por simpatías ideológicas con el Eje sino por
haber tomado partido a favor de Gran Bretaña en la pugna subterránea de
intereses triangulares anglo-americanos sobre el mercado argentino.
Las razones de la aquiescencia británica al neutralismo argentino son
desmenuzadas por Rodolfo Irazusta según el esquema de la rivalidad con los
EE.UU.:
"La neutralidad que mantiene nuestro Gobierno, no es entre los
bandos beligerantes, sino entre las dos grandes potencias anglo-
sajonas, entre el mesianismo yanqui al cual le otorga el
privilegio de la no-beligerancia y el interés británico, al cual le
brinda todo género de garantías en el momento en que debería
ser el de su liquidación (...) Para ellos (los británicos) lo
primordial en nuestro caso es mantener, fortalecer y acrecentar,
si se puede, su dominio económico-financiero en el país, porque
de ese dominio viven, de ese dominio comen y piensan seguir
viviendo y comiendo después de la contienda. A ellos no les
conviene que nuestro país participe en los gastos generales de la
guerra, sino en los gastos domésticos de Inglaterra. A ellos no
les conviene el desquicio que acarrea una economía interior de
guerra: a ellos no les conviene que las finanzas argentinas sean
arrastradas a la inflación norteamericana, que desde ya nos
promete una quiebra estruendosa cuando terminen las hostili-
dades...".45
Los grupos nacionalistas pro-Eje influirán con su línea política recién a
partir de la revolución del '43. Sin embargo, el presidente Ramírez tuvo que
hacer equilibrios entre sus ministros pro-Aliados e incluso rupturistas del
gabinete (Segundo Storni, Jorge Santamarina, Ismael Galíndez, Elbio Anaya)
y los filo-Eje y neutralistas a ultranza (Diego Mason, Alberto Gilbert, Benito
Sueyro, Edelmiro Farrell). Con el cambio de gabinete de octubre, algunas
notorias figuras del nacionalismo filofascista lograron ser nominadas para
ocupar carteras importantes en el gobierno de Ramírez. Sin embargo, la
decisión del presidente Ramírez, tres meses después, de romper relaciones
diplomáticas con el Eje, el 26 de enero de 1944, descolocó a los oficiales del
GOU pro-Eje y a los ministros nacionalistas neutralistas a ultranza.46
El testimonio de Bonifacio del Carril, un ex nacionalista neutralista que
apoyó la política exterior de Castillo hasta la nominación de Patrón Costa
como candidato presidencial y que también adhirió al GOU, intentaría, años
después, explicar la revolución de junio de 1943 básicamente como una
respuesta a la violación del neutralismo y al peligro comunista de las
agrupaciones pro-aliadas. Miembro del Movimiento de la Renovación,
constituido a mediados de 1941, junto con sus camaradas intentó ejercer
influencia sobre la política exterior de Castillo. El programa del Movimiento
en diciembre de 1941 era anti-liberal, neutralista, corporativo y anticapitalista, sin declararse pro-Eje. Bonifacio del Carril participará en el ala
más extremista del nacionalismo durante la revolución de 1943, al aceptar, en
octubre, la Sub-Secretaría de Interior junto al general pro-nazi Luis Perlinger,
nominado ministro del Interior el 14 de octubre.
Bonifacio del Carril desmentirá en sus memorias de 1959 que algunos jefes
y oficiales del GOU trabajaban para el triunfo del Eje, al punto que Ramírez
habría adoptado una postura internacional más cercana a los Aliados que
Castillo:
"No lo creo de ninguna manera. Por lo demás, los hechos
demuestran que, una vez apoderados los militares del gobierno,
ejecutaron con presión extranjera o sin ella (...) actos favorables
a las naciones aliadas que el gobierno de Castillo se había
negado a realizar: la ruptura de relaciones con los países del Eje
en enero 1944 y la declaración de guerra en mayo 1945. Ocurrió,
simplemente, que los militares que tenían la fuerza y que la
prestaban al doctor Castillo resolvieron que debían ser ellos y
no el sucesor de Castillo quienes habrían de establecer las
condiciones y circunstancias en las que se romperían o no las
relaciones con los países del Eje, y en las que se entraría o no en
la guerra. Para dar por terminado este punto, haré notar que en
agosto de 1943 el Canciller argentino Almirante Storni se dirigió
a los Estados Unidos pidiendo armas, actitud nada elogiable,
por cierto, que provocó el escándalo entonces notorio, pero que
fue apoyada por los principales jefes dirigentes del GOU, siendo
como lo era, por cierto, totalmente incompatible con cualquier
propósito de herir los intereses del Eje".47
En realidad, a pesar de la inmediata amonestación pública de Ramírez por
la carta de Storni al Secretario de Estado de los EE.UU., Cordell Hull -hecho
que lo obligó a renunciar-, el mismo presidente hizo conocer su posición ante
los oficiales del GOU, el 5 de octubre, donde se explayó sobre los
inconvenientes para el país de proseguir con la política de neutralidad,
proponiendo la ruptura con el Eje. Dos días después, el canciller interino
Gilbert anunció la decisión rupturista de Ramírez y oficiales como Perón se
pronunciaron por mantener la neutralidad del país. Tres meses después, el
propio Perón y Farrell apoyarán reservadamente la ruptura de relaciones con
el Eje, obligando a renunciar a Ramírez y a los ministros pro-Eje. El coronel
Perón comunicará a la embajada de Estados Unidos que era enemigo de los
nacionalistas ultras -encabezados por el coronel Perlinger, ministro del
Interior- y que estaba dispuesto a profundizar la ruptura con el Eje.48
Empero, los EE.UU. se negarán a reconocer al nuevo gobierno del general
Farrell.
Conclusiones
- El neutralismo argentino no fue sólo un concepto fundamental de la
política internacional argentina durante los años de la Segunda Guerra
Mundial, sino constituyó un eficaz mito movilizador de la política interna,
utilizado para fines opuestos, tanto por los grupos pro-Aliados como por los
simpatizantes del Eje;
- el campo político liberal y de izquierda, que conformaba la oposición a
los gobiernos conservadores de Ortiz y Castillo, utilizará el neutralismo como
mito movilizador de la sociedad civil y política sólo después del ascenso de
Castillo al poder, para descalificarlo y combatirlo, más por razones de
política interna que por consideraciones internacionales;
- algunos intelectuales del campo liberal cultural argentino, a pesar de sus
simpatías pro-aliadas, tuvieron sus reservas y condicionamientos respecto a
esa alianza hasta Pearl Harbor. Significativamente, sus posiciones cercanas al
neutralismo fueron formuladas hasta 1942, básicamente en términos
económicos y de relaciones internacionales, y no en términos ideológicos;
- los grupos nacionalistas no influyeron en la elaboración de la política
neutralista de los gobiernos conservadores de Ortiz y Castillo. Bajo el
gobierno de este último, los nacionalistas pro-Eje influyeron poco sobre el
delicado equilibrio de fuerzas en que se apoyaba el gobierno de Castillo;
- la resistencia del presidente Ramírez a las presiones y conspiraciones de
oficiales del GOU para obligarlo a no cambiar la política de neutralidad
testimonian una actitud internacional suya mucho más flexible que la de
Castillo, y atento menos a consideraciones ideológicas que a razones
pragmáticas de las relaciones internacionales a fines de 1943, hasta la ruptura
de relaciones con el Eje.
NOTAS
Mario Rapoport inició esta tarea de desmistificación al estudiar el papel del neutralismo
argentino en el contexto mayor del impacto de las relaciones internacionales durante los años
de la guerra mundial con el entramado de intereses de las clases dirigentes argentinas; ver su
pionero estudio: Gran Bretaña, Estados Unidos y las clases dirigentes argentinas 1940-1945,
Buenos Aires, 1981.

La Prensa, 7 septiembre 1939.

La Prensa, 7 octubre 1939. Ver el pedido de ruptura
diplomática con el Eje en La Prensa, 28 enero 1942.

Sobre la posición oficial argentina en la Conferencia de Panamá, ver Ministerio de Relaciones
Exteriores y Culto - División de Asuntos Jurídicos: Reuniones de Consulta entre Ministros de
Relaciones Exteriores de las Repúblicas Americanas, Panamá, 1939; La Habana, 1940.
Participación argentina, Buenos Aires, 1941.

Nicolás Repetto: Mi paso por la política. De Uriburu a Perón, Buenos Aires, 1957, pp. 204-8;
212-3; La Nación, 1 julio 1940; Alberto Conil Paz y Gustavo Ferrari: Política exterior
argentina 1930-1960, Buenos Aires, 1964; Eugene Millington-Drake (comp.): The Drama of
the Graj' Spee and the Battle of the River-Plate, London, Peter Davies, 1964.

Adolfo Scilingo: "Doctrina de la neutralidad a la no beligerancia: el aislacionismo
norteamericano y una iniciativa argentina en la Segunda Guerra Mundial", Jurisprudencia
Argentina, Año XXVIII, N4 2590, 12 julio 1966; el mejor estudio de la iniciativa de Cantilo,
ver en Joseph Tulchin: La Argentina y los EE.UU.: historia de una desconfianza, Buenos
Aires, Planeta, 1990, pp. 163-172.

Tulchin: ibídem, pp. 165-166.

Ver la reacción contra la Ley de Orden Público en La Prensa, 7 y 8 junio 1940. El proyecto de
ley fue repudiado tanto por la derechista Alianza de la Juventud Nacionalista como por la
izquierdista Liga Argentina por los Derechos del Hombre y la reformista Federación
Universitaria Buenos Aires, temerosas de las cláusulas restrictivas a la libertad de prensa y de
asociación. Ver la discusión sobre el proyecto de Ley de Defensa y Seguridad Interior elevado
al Congreso de la Nación, Cámara de Diputados de la Nación, Diario de Sesiones, 7 y 8 junio
1940. Finalmente, la Cámara de Diputados lo aprobó el 8 de junio, pero rechazando la
cláusula sobre el control de prensa para censurar la denominada propaganda tendenciosa. La
UCR dio apoyo a la mayoría de los artículos de la Ley de Emergencia propuesta por el Poder
Ejecutivo, votando en contra de aquéllos que consideraban limitativos de la libertad de
prensa en la lucha democrática contra el totalitarismo. En cambio, esos mismos artículos
serán exigidos para que Castillo los apruebe durante 1941 y 1942, y su negativa merecerá el
calificativo de "antidemocrático" por los diputados radicales. En junio 1940, el verdadero
interés de la UCR era apoyar a Ortiz, no por su política neutralista internacional, sino por su
política interna de intervenciones en las provincias de San Juan, Catamarca y Buenos Aires
para enfrentarse al fraude conservador. Ver las declaraciones del diputado radical Damonte
Taborda para fundamentar el apoyo a la mayoría de los artículos de la ley, Diario de
Sesiones, op. cit., pp. 374-75. Ver la propuesta en minoría de los socialistas, presentada por
Sánchez Viamonte, pp. 360-63.

José Pereyra: "Pinedo y el plan económico de 1940", Todo es Historia, n° 131, pp. 6-28.

Ver la entrevista Pinedo-Alvear y sus repercusiones en la UCR, Félix Luna: Alvear, Buenos
Aires, 1982, pp. 292-3. Durante su gira por los EE.UU., en junio 1941, Pinedo intentó
convecer a los norteamericanos de que Argentina podía convertirse en un fiel aliado si
flexibilizaba la política comercial competitiva frente a los productos agrícolas argentinos, a la
par que procuró convencer a las clases dirigentes argentinas de la conveniencia de una
reorientación hacia Washington, a pesar de los tradicionales vínculos económicos de
Argentina con Europa. Ver Federico Pinedo: La Argentina en la Vorágine, Buenos Aires,
1943, p. 45 y ss.
El gerente general del Banco Central, Raúl Prebisch, hombre del grupo Pinedo, ya había
bregado por ese rapprochement a mediados de julio 1940, ante la embajada de los EE.UU. en
Buenos Aires, durante una coyuntura de precariedad comercial y embotellamiento en la
balanza de pagos. Prebisch solicitó financiación de las importaciones argentinas a través del
Eximbank y la compra de los productos de exportaciones con un tratamiento de provisiones
de guerra. Consideraba que el gobierno argentino estaba en mejores condiciones que otros
países latinoamericanos para colaborar con los EE.UU. en relación con la situación europea,
no sólo en materia económica, sino también política. Ver el informe del embajador Armour
en Foreign Relations óf the United States (FRUS.), 1940, V, pp. 483-4.
Para una evaluación del impacto de la Guerra Mundial y el cierre de los mercados
tradicionales argentinos en el pensamiento económico de Prebisch, ver Norberto González y
David Pollock: "Del Ortodoxo al Conservador Ilustrado. Raúl Prebisch en la Argentina,
1923- 1943", Desarrollo Económico, v. 30, n4 120 (enero-marzo 1991), pp. 477-8; 483-4.

Ver la colección de artículos del editor ultranacionalista de El Pampero recogidos por
Enrique P. Oses: Medios y fines del nacionalismo, Buenos Aires, 1968, donde advierte del
peligro comunista y judío tras las organizaciones pro-aliadas. Pero cuando los jefes del
conato nacionalista de conspiración de octubre, 1941, entregaron un virtual ultimátum a
Castillo, en el que exigían, entre otras demandas, la clausura del diario pro-aliado Critica y la
organización anti-nazi Acción Argentina, sólo aludían a su postura internacional. Por su
parte, los demócratas aliadófilos denunciaban la alianza de los sectores pro-Eje con Castillo
desde sus publicaciones, como Argentina Libre y Contra. Un botón de muestra en Contra, N4
12, de marzo 1941, p. l -periódico del Comité contra el Racismo y el Antisemitismo- asociaba
la impunidad oficial que gozaban las asociaciones fascistas y la "quinta columna" con el
neutralismo a ultranza de Castillo.

En cambio, Marcelo Sánchez Sorondo, director del periódico nacionalista Nueva Política,
reprochaba a Castillo ese doble juego, recordándole "que no puede dedicarse a la política
interna y considerarla aparte de la internacional. Ya no hay otra política que la
internacional". Ver su libro: La Revolución que anunciamos, Buenos Aires, Nueva Política,
1945, p. 120.

Congreso Nacional, Cámara de Diputados-Comisión Investigadora de Actividades
Antiargentinas: "Actividades Antiargentinas, 1940-1943", Buenos Aires, Archivo de la
Biblioteca del Senado; ibídem, Informes 1-5, Imprenta del Congreso, 1941.

José R. Sanchís Muñoz: La Argentina y la Segunda Guerra Mundial, Buenos Aires, GEL,
1992, pp. 127-8.

La oposición en la Cámara de Diputados utilizará como uno de sus argumentos la
instrumentación por el Poder Ejecutivo de la censura política interna para votar contra la
sucesiva prolongación del estado de sitio durante 1942 que aprobaba la oficialista Cámara de
Senadores. Ver Cámara de Diputados, Diario de Sesiones, 14 mayo 1942.

José R.Sanchís Muñoz: op. cit., p. 157.

Ibídem, p. 158.

Carlos Escudé: Gran Bretaña, Estados Unidos y la declinación argentina, 1942-1949, Buenos
Aires, Ed. Belgrano, 1983, pp. 107-108; Miguel Angel Cárcano relata en sus memorias que el
embajador británico, David Kelly, solicitó, después de la Conferencia de Río, su intervención
para que desmintiera el rumor propalado presuntamente por la Cancillería argentina, según
el cual la alianza de Gran Bretaña y los Estados Unidos sería un compromiso transitorio,
impuesta por la guerra, pero que la vinculación con Argentina contaría para ella más que la
de su poderosa aliada del norte, la cual se convertiría en la competidora más temible durante
la posguerra.
Según su testimonio, a pesar de que Cárcano compartía con su gobierno la no ruptura de
relaciones con el Eje, el embajador le dijo al presidente Castillo que comparaba la situación
neutral de Argentina con la de los EE.UU. "antes de Pearl Harbor", y que Gran Bretaña lo
comprende, pero, en cambio "no puede tolerar la minoría nazista y su prensa desbocada que
ya interviene en la política interna". Cárcano concluía que Gran Bretaña tal vez prefería la
beligerancia, aunque aceptaba el hecho de la neutralidad argentina después de Río de Janeiro
("donde no la planteó con claridad"); Cárcano recalcaba en sus memorias las continuas
críticas que "nos hacen por la forma de conducir la neutralidad" debido a la complacencia de
latos funcionarios con agentes nazis y la quinta columna.
Por último, Cárcano quiso persuadir a Castillo a conducir la neutralidad de forma que
inspirase confianza y respeto a los dos bandos en lucha, porque "necesitamos asegurar la
exportación de nuestros productos y prepararnos para producirlos en grandes cantidades y
alimentar a Europa después de la guerra". Ver Miguel Angel Cárcano: La Fortaleza de
Europa, Buenos Aires, 1951, pp. 264-5; 211-2.

Juan Antonio Solar¡: América, presa codiciada, planes de dominación nazi, Buenos Aires, La
Vanguardia, 1942; Congreso de la Nación, Cámara de Diputados-Comisión investigadora de
Actividades Anti-Argentinas, Situación del agregado cultural de la embajada alemana, octubre
1942, Buenos Aires, 1942; ibídem, Un centro de actividades antiargentinas, noviembre 1942,
Buenos Aires, 1942; ibídem, Agentes totalitarios en el campo religioso, la Unión Germánica en
la Argentina, actuación del agregado naval y aeronáutico Capitán Dietrich Niebuhr, diciembre
1942, Buenos Aires, 1942.

Cámara de Diputados, Diario de Sesiones, 29 septiembre 1942; La Nación, 30 septiembre
1942.

La convención de 1941 de la UCR denunció las actividades nazis en el país, se solidarizó con
los Aliados y solicitó un entendimiento con los EE.UU.; ver los discursos de Lebensohn en
Problemas del Radicalismo, Chivilcoy, mayo 1942, p. 50; Pensamiento y Acción, Buenos
Aires, mayo 1956, p. XXV.

L. Senkman: "Nacionalismo e inmigración: la cuestión étnica en las élites liberales e
intelectuales argentinas, 1919-1940", EIAL, Universidad de Tel Aviv, 1990, v. l, no. 1, pp. 98-
101; Oliverio Girondo: "Nuestra actitud ante el desastre (1940)", en Jorge Schwartz (comp.):
Homenaje a Girondo, Buenos Aires, Corregidor, 1987, pp. 75-87.
Algunos escritores vinculados a la revista SUR, recién exigirán un cambio de posición de la
neutralidad argentina después de la caída de París y del ingreso de los EE.UU. a la contienda
mundial; ver los artículos de Enrique Anderson Imbert: "Hitler corre el amok" (SUR:61, oct.
1939, pp. 41-45); Carlos Alberto Erro: "La Argentina frente a la nueva guerra" (SUR:60,
sept. 1939, pp.13-15); Eduardo González Lanuza: "Posición del escritor frente a la actual
guerra europea" (SUR:61, oct. 1939, pp, 30-35), y comparar con la urgencia pro-aliada de los
artículos de Victoria Ocampo: "Carta a Francia (SUR:69, junio 1940, pp. 70-71); Carlos
Alberto Erro: "1917 y 1941" (SUR:87, die. 1941, pp. 10-16); María Rosa Oliver: "El día
marcado en los anales de la infamia" (SUR:87, dic. 1941, pp. 17-20).
Realizamos un análisis de historia intelectual sobre el impacto ideológico y literario en
algunos escritores del grupo SUR durante la Segunda Guerra Mundial, en Leonardo
Senkman: Los intelectuales liberales y la guerra mundial: los escritores de Sur (libro en
preparación).

Los artículos sobre el neutralismo y la situación internacional publicados por el historiador
José Luis Romero durante 1940-42, a diferencia de su visión esencialmente ideológica cuando
escribió sobre aquellos años en la inmediata posguerra, adquieren una riqueza y complejidad
interesantes al incorporar a su análisis la dimensión económica y política. En contraste, el
capítulo "La línea del fascismo", que el historiador socialista agregó para la segunda edición
de 1956 a su libro Las ideas políticas en Argentina (publicado originalmente en 1946),
intentaba explicar la división entre aliadófilos y neutralistas según la versión que atribuía a
los primeros la influencia del Nacionalismo y las ideas nocivas de los agentes nazis en los años
de la guerra. José Luis Romero: "El escritor frente a la guerra", Argentina Libre, 27 junio
1940.

Ibidem.

José Luis Romero: "El problema de las alianzas", Argentina Libre, 17 julio 1941.

José Luis Romero: "La política exterior y sus supuestos", Argentina Libre, 31 julio 1941.

A diferencia de Brasil, aún no se investigó el tipo de colaboración que ofrecieron intelectuales
del Partido Comunista argentino en publicaciones de sectores nacionalistas pro-Eje durante
la vigencia del pacto de no agresión Molotov-Ribbentrop. Para el caso brasileño, ver el libro
de Joel Silveira y Geneton Moraes Neto: Hitler- Stalin: el pacto maldito, Sáo Paulo, Editora
Record, 1989, donde se documenta la colaboración de escritores comunistas (e1 más notorio
fue Jorge Amado) en revistas pro-nazis Financiadas por la embajada del Tercer Reich.
Para el caso argentino, llama la atención que las memorias de María Rosa Oliver sobre el
período de la guerra mundial se saltan aquellos años del pacto (agosto 1939-junio 1941); en la
cronología elegida por la escritora. prefirió "olvidar" los años que van desde el fin de la
Guerra Civil Española para empezar a recordar la contienda sólo a partir de la invasión nazi
a la URSS y la inmediata alianza con las fuerzas democráticas anti-fascistas luego de Pearl
Harbor. Ver en su libro Mi fe es el hombre (Buenos Aires, Carlos Lohle, 1977) el elocuente
salto en la cronología de sus memorias, del capítulo II --consagrado a los refugiados
republicanos españoles en Buenos Aires- al capítulo 111, "Junta de la Victoria", donde la ex
colaboradora de Unión Argentina de Mujeres y Ayuda a la España Republicana relata como
se aprestaba simultáneamente a luchar por la salvación del socialismo y de la democracia
norteamericana luego de la agresión japonesa en diciembre, 1941, pp. 41-45.
Distinto fue el caso de Ernesto Giúdice, dirigente del Partido Comunista, quien durante los
años del pacto de no agresión, a la par que adhirió al neutralismo, también reflexionó acerca
de la naturaleza de la cuestión nacional argentina y su dependencia económica de los centros
hegemónicos europeos, pero sin hacer concesiones a los grupos filofascistas criollos. Ver su
libro, publicado en 1940, Imperialismo inglés y liberación nacional.

Los vuelcos en las posiciones internacionales del Partido Comunista, antes y después de junio
1941, del neutralismo a ultranza a la beligerancia total, están reflejados, sin autocrítica
alguna, en los documentos del dirigente Victorio Codovilla, uno de los ideólogos del frente
democrático anti-nazi, suerte de Unión Nacional para alinearse junto a los Aliados, germen
en la inmediata posguerra de la Unión Democrática anti-peronista. Ver los antecedentes en
los opúsculos: Hay que derrotar a la camarilla nazi del G. O. U., Buenos Aires, Anteo, 1944 y
En marcha hacia un mundo mejor, Buenos Aires, Partido Comunista, 1945; para una visión
crítica, ver Ernesto Giúdice: "El surgimiento de una nueva realidad social argentina (1943-
1945)", Todo es Historia, NI 193, junio 1983, pp. 53-54.

David Rock: Authoritarian Argentina. The Nationalist Movement, its History and its Impact,
Berkeley, University of California Press, 1993, pp. 128-9. Después de la defección de Juan
Carulla de las filas del Nacionalismo, escribirá contra el presidente Castillo, haciéndolo
responsable del ascenso de los sectores filonazis en el país; ver sus memorias: Al filo del medio
Siglo, Paraná, 1951, pp. 331, 340.

El Fortín, febrero 1941.

Enrique Zuleta Alvarez, El nacionalismo argentino, Buenos Aires, La Bastilla, 1975, t. II, pp.
493-5.

Ver la denuncia del nacionalismo republicano al acercamiento del general Juan Bautista
Molina a Fresco en La Voz del Plata I, n4 1. 25 junio 1942 y n° 4, 1 julio 1942; E. Zuleta
Alvarez, op. cit., p. 294.

Ronald H. Dolkart: "The Right in the Década Infame, 1930-1943", in Sandra McGee
Deutsch and Ronald H. Dolkart: The Argentine Right. Its History and Intellectual Origins,
1910 to the Present, Delaware, Scholarly Resources, 1993, pp. 90-93; ver el testimonio sobre el
apoyo de los Nacionalistas a la política neutralista de Castillo en las memorias de Carlos
Ibarguren: La historia que he vivido, Buenos Aires, Eudeba, 1969, pp. 475-477.

El primer ministro británico, Anthony Eden, le observó a Cárcano que, luego de la
conferencia de Río, la actitud de Argentina sorprendió a Gran Bretaña: "Ustedes son los
amigos dificiles", exclamó, "Vuestra actitud favorece a Hitler". Ver Miguel Angel Cárcano,
op. cit., pp. 73 y ss.

Foreign Office, A 3068/4/2, Minuta del señor Perowne, 30 marzo 1943, traducida y transcrita
en Mario Rapoport: Aliados o neutrales. Argentina frente a la Segunda Guerra Mundial,
Buenos Aires, 1988, pp. 309-310.
Ver en esa misma compilación documental el Informe Anual del embajador David Kelly a
Anthony Eden (1942) sobre la imposibilidad de Gran Bretaña de emplear las negociaciones
para la compra de carne argentina como arma de regateo político a los efectos de presionar
para la ruptura de relaciones diplomáticas con el Eje. En contraposición, señala el mayor
margen de maniobra de los EE.UU. debido a su control de materias e insumos. No obstante,
es consciente de la inoperancia de estas sanciones por el hecho de que los argentinos conocían
la política diferente del grupo industrial y financiero de Rockefeller, proclive a expandir sus
intereses después de la posguerra; Foreign Office, A 3903/11/2, en op. cit., pp. 311-313.

Foreign Office, A 600/11/2, Despacho de Hodow a Eden, Buenos Aires, 6/1/1943.

Politisches Archiv des Auswartigen Amtes, AA, Bonn R29760, Ribbentrop a las Misiones
Diplomáticas en Iberoamérica.

Cristian Buchrucker: Nacionalismo y Peronismo. La Argentina en la crisis ideológica mundial
(1927-1955), Buenos Aires, 1987, p. 225. Entre los candidatos de la Concordancia había 12
amigos personales del embajador alemán, como Alberto Uriburu, Urbano Iriondo y Luis
Polledo, ver Bundesarchiv Potsdam, 09.01,13317, informe del embajador Moynen al AA,
Buenos Aires, 31/1/42.

PA/AA Bonn, R 29557, Carta de Ribbentrop a los embajadores de Alemania en Santiago y
Buenos Aires, 22/7/42.

Ernesto Palacio: "El Nacionalismo contra Castillo y contra el régimen que representa",
Nuevo Orden, 11:47, 4 junio 1941, p. 2.

Ernesto Palacio: "Las libertades públicas", Nuevo Orden, II:73, 3 diciembre 1941, p. 1.

Rodolfo Irazusta: "Los filofascistas malmanejan la tópica creada por el Nacionalismo",
Nuevo Orden, II:58, 20 agosto 1941, pp. 1-2.

Rodolfo Irazusta: "Doctrinas internacionales", Nuevo Orden, II:84, 4 marzo 1942, p. 3.

Rodolfo Irazusta: "Inhibición gubernamental y Neutralidad", Nuevo Orden, II:92, 29 abril
1942,p.4.

Ibidem.

Richard J. Walter: "The Right and the Peronists, 1943-1955", in Sandra McGee Deutsch and
Ronald H. Dolkart: op. cit., pp. 102-104; Robert Potash: The Army and Politics in Argentina,
1928-1945: Yrigoyen to Perón, Stanford, 1969, pp. 242-4. Sobre las presiones sobre Ramírez
para mantener el neutralismo ver las actas secretas del GOU en R. Potash: Perón y el GOU:
los documentos de una logia secreta, Buenos Aires, 1984, pp. 347-350, y sobre el golpe que
obligó a desplazar a Ramírez después de la ruptura de relaciones con el Eje, ver pp. 399 y ss.
Bonifacio del Carril: Crónica interna de la Revolución Libertadora, Buenos Aires, 1958, pp.
26-7.

Robert Potash: Perón y el GOU, op. cit., pp. 266, 351-63; José Sanchís Muñoz: op. cit., pp.
263, 271. Ver el análisis de Mario Rapoport, Política y Diplomacia en la Argentina. Las
relaciones con EE.UU. y la URSS, Buenos Aires, 1987, pp. 101-103.

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